Se vislumbraba el segundo puesto en el tablón liguero cuando allá por el minuto 15 de la primera parte, Vitolo aprovechaba un error fatal de Sergi Roberto para poner por delante al cuadro sevillista. Nervión era una fiesta, sus aficionados los más felices del mundo y su equipo parecía ir en volandas a por una victoria, que, de seguir jugando de esa forma, estaba prácticamente asegurada.

Pero, esto de fútbol es otra historia, los lobos se convierten en corderos y los gatitos en leones y el un tal Lionel Messi, que realizó unos primeros 40 minutos de cordero, decidió convertirse en lobo a partir del minuto 43. Para colocar una genial asistencia de Neymar muy lejos del alcance de Sergio Rico.

En ese mismo instante, el subcampeonato de La Liga se desvaneció, tanto para un equipo, el cual se vino abajo; como para sus aficionados, los cuales ya se imaginaban el desenlace de esta historia.

El Sevilla FC perdió su identidad

Si aún quedaba la esperanza de hacer una segunda parte de antología, toda ella se pierde con los primeros compases del segundo tiempo. El Sevilla FC regaló su bien más preciado, aquello que hasta el momento le había permitido doblegar al león culé: la posesión de balón.

Cuando vendes tu señal de identidad, lo que puedes esperar es poco, en especial cuando un macroequipo te quita el balón. Este equipo comandado por Leo Messi, comenzó a jugar al fútbol, ante un Sevilla superado, exhausto y sin ideas, que vendió su alma al diablo y como es obvio acabó sucumbiendo al mismo. Gol de Luis Suárez para adelantar a los de Luis Enrique.

Una vez sucedido el hecho, solo queda explicarse las razones, las causas de por qué, todo fluyó de esa forma. Analizando la actitud del equipo sobre el terreno de juego, todo da a pensar que es simple cansancio, es decir, los jugadores no son máquinas, pero en caso de que lo fueran, llegó un punto en el que la máquina quedó saturada. Entones, se echan en falta rotaciones. Se echa en falta ver a otros componentes de la plantilla sobre el campo, lejos de los once o dieciséis que pueden formar el equipo principal y los suplentes, hay otros cinco o seis futbolistas que apenas tienen participación, es el caso de -Correa, Kranevitter, Iborra, Kiyotake o Kolo-.

Algo es obvio, y es que los jugadores no pueden disputarlo todo, necesitan dosificar fuerzas ante la tremenda cantidad de partidos que hay en el calendario, y para ello hay que proporcionarles minutos a los jugadores que menos participan, hay que meterlos en el equipo, engancharlos a la dinámica del equipo, para que esas rotaciones sean de calidad y aporten siempre resultados positivos.

Cambios demasiado meditados

Otro asunto importante, es el tema de las sustituciones. Jorge Sampaoli es un estudioso del fútbol, un entrenador que ha demostrado leer a la perfección los encuentros y realizar los cambios adecuados, pero quizás no en el momento adecuado.

Cierto es, que, si el equipo está desempeñando un buen papel sobre el tapete verde, no es necesario alterar una fórmula que da buen resultado, pero cuando el equipo se ve superado o incluso maniatado por el rival -claro ejemplo del partido de este domingo pasado frente al Barça- se hace necesario un cambio, mayor capacidad de reacción para intentar cambiar algo de la ecuación y aportar algo al terreno de juego.

Aunque coincido con Sampaoli en que: “Se hace complejo tomar la decisión porque me parecía que el partido no dependía de un jugador”, cuando se viene abajo un equipo entero, un jugador solo no cambia el partido, aunque puede tirar del grupo y provocar una reacción en cadena.

Cero pesimismo

Con todo ello, la mayoría de personas se quedan con la primera parte del Sevilla, como los mejores 45 minutos de la temporada, tanto por juego como por la entidad del rival, al que consiguió superar. Una forma de juego que debe ser el camino a seguir y que dejó ciertas pinceladas de hasta dónde puede llegar esta plantilla.