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Tito Rabat, un modelo para los niños

Tito Rabat, un modelo para los niños
Tito Rabat levantando el trofeo de campeón en Jerez | (Foto: lavanguardia.com).
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Por Nacho González

Había repetido el proceso en infinidad de ocasiones. Sin embargo, estaba más nervioso de lo habitual. No en vano, durante la vuelta de formación tenía la pista para el solo; y llegado el momento de detenerse en parrilla, ningún piloto se interponía entre él y las luces rojas del semáforo. Solo era un leve matiz, pero que otorgaba a esa carrera un halo especial, diferente a las 112 anteriores.

Trabajo, esfuerzo, tesón, perseverancia… Conceptos de los que Tito ha hecho su seña de identidad

Ese día, Tito Rabat se sentía el mejor. Porque lo era. Se lo había demostrado a todos sus rivales el día anterior; y sobre todo, se lo había demostrado a sí mismo. Por primera vez desde que vio rodeado de los mejores del mundo, en Cheste 2005, Tito sentía que no tenía que fijarse en nadie para mejorar. Eran los demás los que debían esforzarse en superarle. Para él, los únicos jueces eran el cronómetro y la pizarra. El veredicto fue contundente: vencedor del GP de España.

Dicen que la satisfacción que otorga la consecución de un logro va en consonancia al esfuerzo invertido en el proceso. Siendo así, muy pocos deportistas de élite habrán alcanzado en su carrera el grado de satisfacción que Tito vivió en Jerez. Además, el destino quiso hacer coincidir tan señalada fecha con el Día de la Madre. Esteve dirigió la vista al cielo, seguro de que su mirada se estará cruzando de forma cómplice con la de su madre, Cuca.

Un orgullo de hijo

Cuca puede estar muy orgullosa. No por el increíble talento que atesora su hijo, sino por su humanidad. La timidez de Tito solo esconde bondad, y todo el ‘paddock’ así lo atestigua. En siete años, y con más de un centenar de carreras mundialistas a sus espaldas, resulta imposible recordar una mala palabra o una acción antideportiva que tuviera a Rabat como protagonista. Pese a la buena relación que mantiene con su actual compañero Pol Espargaró, conserva intacta su amistad con Marc Márquez desde que compartieron box cuando eran solo dos preadolescentes que tenían que lidiar con la KTM. No es algo fácil, y dice mucho.

No obstante, este no es –ni de lejos- el único motivo de orgullo para Cuca. Falleció sin ver a su hijo en lo más alto pero seguro que sabía que ese día no tardaría en llegar. Porque las victorias se consiguen con trabajo, esfuerzo, tesón, perseverancia… Conceptos de los que Tito ha hecho su seña de identidad. Siempre mejorando, progresando. Cuando se escoge ese camino, un camino difícil, el destino es lo más alto del podio.

Pizarra y cronómetro se transformaron en victoria y liderato

“No todos somos como Marc (Márquez), que llega a un circuito y le salen los tiempos. Otros tenemos que trabajar todo el fin de semana para bajar cada décima. La frase –no literal- fue enunciada por Rabat hace dos temporadas. Denota humildad, y muchas ganas de superación; pero sobre todo, denota inteligencia. Saber que por muy bueno que uno sea, que en su caso lo es, siempre habrá alguien mejor –y si no lo hay vendrá-; y desde esa base, mejorar hasta llegar a su nivel y ganarle. Pensando así las victorias son infinitamente más dulces, y las derrotas notablemente más digeribles.

Sin esa idea, muchos hubieran tirado la toalla. No aguantarían verse tanto tiempo en el podio o muy cerca, rozando la gloria sin llegar a tocarla. Ya en el octavo de litro dio muestras de lo que era capaz, pero nunca remató la faena. Decidió entonces saltar a Moto2, y no tardó en quedar patente que la cilindrada era mucho más acorde a su envergadura. Poco a poco comenzó a asomarse al podio, y al arrancar 2013 supo que sería su año.

Aspirante a todo

Lo dejó entrever en la presentación del Tuenti HP 40, donde pese a asumir con comodidad que los focos se posaran sobre ‘Polyccio’, se resistió a presentarse como su escudero. Todo lo contrario, se sentía como su primer rival, perfectamente capaz de discutirle las victorias, y qué demonios, también el título. No era un exceso de optimismo. Sencillamente nada le llevaba a pensar que no fuera así. Tres carreras han bastado para darle la razón.

Siempre mejorando, progresando. Cuando se escoge ese camino, el destino es lo más alto del podio.

No cundió el desánimo tras la novena plaza de Losail. Tampoco por el triunfo de Pol. Es más, su alegría por el éxito de su compañero era sincera. El Mundial era muy largo, ya le tocaría a él. El agridulce segundo puesto de Austin le reforzó, cuando lo lógico habría sido lo contrario. Hizo una de las mejores carreras de su vida y ‘solo’ le sirvió para ser segundo. Lejos de verlo como una derrota, lo contempló como otro paso a la victoria. Su fe en sí mismo había crecido.

De nuevo estaba en lo cierto. Llegó Jerez y le salían los tiempos fácilmente, así que no desaprovechó el regalo de su propio talento. En carrera se largó, renunciando a cualquier batalla y a un buen puñado de minutos de televisión. Ya gozaría de ellos en el podio. Pizarra y cronómetro se transformaron en victoria y liderato.

Desde fuera pudo parecer fácil, pero fueron siete años y 113 carreras de espera. Fue el premio al tesón, a no renunciar nunca. La demostración de que los éxitos llegan, pero cuestan trabajo. Desde lo más alto del podio de Jerez, Esteve ‘Tito’ Rabat se convirtió en el modelo a seguir para cualquier niño.