Hasta el matrimonio mejor avenido ha de tomar decisiones si las cosas no funcionan. La relación jugador-entrenador no es nada sencilla, y cuando vienen mal dadas los momentos de gloria quedan en el olvido. El mal rendimiento de la checa en este 2016 tiene el daño colateral de romper con el entrenador con el que alcanzó la élite.

La checa ocupa el puesto 41 del ránking mundial

Tras cerrar un año 2015 realmente exitoso, Lucie Safarova sufrió una infección bacteriana que le impidió llevar a cabo una pretemporada adecuada para comenzar con garantías de éxito la nueva temporada. Perdió ritmo y confianza, y no ha podido recuperarlas durante todo el año, siendo el circuito de dobles un oasis en el desierto. Su juego de contraataque parece haberse estancado y ser un placebo frente a rivales más potentes, lo que llevó a la checa a una crisis de identidad notable.

Su único resultado notable en 2016 fue el título en Praga

El título en Praga no sirvió para borrar las dudas suscitadas en su tenis, por lo que la checa decide hacer borrón y cuenta nueva. La persona con la que intentará regresar a la élite es Frantisek Cermak, un clásico del tenis checo que ya estuvo asesorando a Petra Kvitova. Los cambios tácticos en el juego de Lucie parecen ineludibles, pero sobre todo, Cermak habrá de hacer un ingente trabajo de recuperación mental, que haga a Safarova creer en sí misma. Comenzó con derrota en el WTA Premier de Pekín ante su compatriota Karolina Pliskova, y se espera que se tome este final de temporada como una toma de contacto y preparación para el 2017, año que debería suponer el resurgimiento de Safarova y su regreso a la élite del tenis mundial. No le quedan demasiadas balas a la jugadora de 29 años.