Noche de Champions League. Noche de auténticos gladiadores. La antesala a Kiev. Dos 'sorpresas' inesperadas, quizás por el cartel que tenían sus rivales en cuartos de final, se citaban en uno de los mejores escenarios posibles de Europa: Anfield. Por si fuera poco, ese nivel de epicidad o mística, como quieran llamarlo, aumentaba más con la lluvia que empezó a peinar la ciudad de Liverpool, municipio metropolitano del condado de Merseyside. En la retina, aquella final de la Copa de Europa de 1984.

Ese 'Coliseo' particular red lo defenderían con uñas y dientes los soldados de Jürgen Klopp, con tres balas infalibles: Salah-Firmino-Mané. Pero es que el técnico alemán ha sido el gran artífice de que el Liverpool haya renacido cual ave fénix en estos últimos años, cogiendo a un conjunto sumido en el ostracismo. Ha conseguido que sus jugadores vayan a la guerra por él en cualquier situación o rival. Al otro lado, llegaba el desembarco del Imperio Romano comandados por Eusebio Di Francesco, clamando vendetta por lo ocurrido 34 años atrás. En su caso, el de Pescara ha dirigido un acorazado de la Roma completamente nuevo. En algunos tramos resquebrajado, pero logró salir a flote, tanto hasta plantarse en unas históricas semifinales de Champions League. Dos de sus grandes figuras, y culpables de ese avance giallorosso, AlissonDžeko.

En el plano táctico, ninguno sorprendía en cuanto a cambios de jugadores o disposición sobre el tapete se refiere. Los Reds salían con su ya clásico 4-3-3, con la alta del fundamental capitán Henderson como pivote, quien se perdió la vuelta contra el Manchester City. En cambio, en la loba había una novedad. Cengiz Ünder le ganaba la partida a Schick (titular frente al Barcelona), por lo que sería un 3-4-2-1 el esquema elegido, con el otomano y el Ninja Nainggolan por detrás del gigante bosnio, una de las claves era su emparejamiento con Lovren. De ese modo, los giallorossi intentaban protegerse al máximo posible de los tres artilleros de arriba, tarea más que ardua.

Demasiado heavy metal para la loba

Aupados por el You'll never walk alone y el himno de la Champions, la conocida presión asfixiante del Liverpool no tardó en dar sus frutos. Las dos primeras llegadas, postreras a un previo intento de Strootman que atajó Karius, se produjeron a raíz de ella, convirtiendo en un despropósito la salida de balón de la Roma y, por ende, una mina de oro para ellos, con numerosas pérdidas en el centro del campo, principal riesgo a evitar si se quiere salir vivo del envite con los Reds. No obstante, la mala suerte comenzó a aporrear la puerta de los ingleses cuando Chamberlain cayó lesionado con claros gestos de dolor en su rodilla derecha (mala pinta), obligando a gastar su primera bala: Wijnaldum.

En medio de esa vorágine fría, Kolarov se sacó un Misil Predator con su pierna izquierda, que con la inestimable ayuda del portero alemán, golpeó en el travesaño. Sacudido ese nerviosismo inicial, la Roma encontró un botiquín en medio del campo de batalla: Džeko. El bosnio fue el principal objetivo al que mandar el esférico para sobrepasar las primeras líneas de los soldados de Kloppo. Justo en esos instantes, cuando más dormido parecía el club anglosajón, lanzaron sus dagas a la yugular de la loba con tres oportunidades en un lapso de dos-tres minutos. Mané en dos ocasiones (muy claras ambas) y Salah otra, pero sin encontrar el premio del tanto.

Momento en el que Salah define en el 2-0 ante Alisson. / Foto: @ChampionsLeague
Momento en el que Salah define en el 2-0 ante Alisson. / Foto: @ChampionsLeague

Salah ha marcado en todos los partidos de la fase final de Champions League

Esa insistencia local acabó cayendo por su propio peso. El heavy metal que tanto le gusta a Klopp estaba ahogando poco a poco a la Roma. Hasta tal punto que llegó a su punto álgido en el momento que Salah agarró el cuero desde el pico del área. Levantó el periscopio y soltó un bellísimo disparo con rosca que acabó besando las redes. El Rey dictó sentencia en Anfield y ante su ex equipo, motivo por el cual pidió perdón tras la obra de arte que acababa de firmar. Y el 2-0 estuvo cerca de producirse si no fuese porque el larguero se interpuso en el testarazo de Lovren a la salida de un córner. A lo que Salah apareció responder que si no entraba en esa, sería en la siguiente. 'Bob' Firmino filtró un balón al espacio el cual el egipcio definió con una sutil picada por encima del cuerpo de Alisson. Inclinaba de nuevo su cabeza como el que buscaba la amnistía por parte de los que fueron sus tifosi. Y no era para menos, ya que él solo les estaba haciendo un verdadero traje. El reflejo de lo que sería un directo de Mike Tyson a la mandíbula de los giallorossi al filo del descanso.

Bienvenidos al show de Salah

Lo evidente se produjo tras el entretiempo. Un desaparecido Ünder se quedaba en el banquillo, dando entrada Schick, en pos de meter en más aprietos a la defensa red, quienes vivían en un plácido paraíso desde el minuto 25. Sin embargo, el guion seguía siendo el mismo. Balón a la carrera del Liverpool. Esta vez fue Salah quien se marchó liberado por su carril, hasta llegar al área y lanzar un envío al área que acabó empujando al fondo de las mallas Mané (a la tercera fue a la vencida). Jugada calcada con la que llegó el 4-0 de Firmino. Enésima vez que Salah bailaba a Juan Jesús, dejándole en su sitio para regalarle un caramelo al otro acompañante del mejor tridente del mundo.

Pero lejos de conformarse y saciarse con el resultado que lucía Anfield en sus marcadores, los Reds fueron a por más. Con sed de más goles, se firmó la manita. Firmino obró su doblete con un potente cabezazo tras un saque de esquina. Cinco a cero y la peor noticia para la loba es que todavía restaban veinte minutos del reloj. El objetivo seguía siendo el de agarrarse a un bote salvavidas: el gol fuera de casa. Agarrarse a ese clavo ardiendo era la pequeña esperanza que residía en los corazones romanistas. 

Firmino y Salah, una dupla letal, también en la noche de hoy. / Foto: @ChampionsLeague
Firmino y Salah, una dupla letal, también en la noche de hoy. / Foto: @ChampionsLeague

Balas para una loba herida

El ritmo del duelo cayó en picado. Se fue Salah bajo una impresionante ovación y entró en su lugar Ings. Tanto fue el bajón local que propició que la Roma cogiese algo de oxígeno gracias a los goles de Džeko primero, y Perotti desde los once metros. 5-2 y la eliminatoria volvía a abrirse forma considerable. De ese modo se llegó al término de los noventa minutos. El Liverpool pasó de tener pie y medio en Kiev a complicarse y darle un cartucho de balas a la Roma. Sin lugar a dudas, la vuelta en el Olímpico invita a espectáculo asegurado. Imperdible.