Semifinales de la Champions League. Anfield. ¿Qué más se puede pedir? ¿Qué iba a salir mal? Partido épico, de los que todo amante del fútbol acaba rendido por ver semejante ambiente. Tras eliminar a todo un Manchester City y a todo un Barcelona, Liverpool y Roma se median las caras en estas semifinales de la Champions League. Antes de saltar al campo, el aficionado Red hizo de Anfield una caldera para llevar a su equipo en volandas cantando a capella el You'll Never Walk Alone antes de que sonase el himno de la Champions y empezase lo bueno. Llevar el escudo del Liverpool en el pecho no es cosa fácil, no es un equipo más.
El partido empezó sin un dominador claro. Digamos que los equipos no querían enseñar sus garras antes de tiempo, se veían reservones, con tranquilidad, con el respeto y la magnitud de estar jugando unas semifinales de Champions. Aún así, se vio a una Roma bastante seria en el terreno de juego, con gran presión, sabiendo lo que tenía que hacer y mostrando poderío, sin inquietarles lo más mínimo el escenario.
El partido sufrió un parón en el minuto 20 tras una lesión de Oxlade-Chamberlain, jugador importante para el esquema de Jürgen Klopp. Con este parón, la Roma intentó buscarle las cosquillas al Liverpool, cogiéndoles por sorpresa. Así vino la ocasión más clara del conjunto italiano. Kolarov cogió el balón al borde del área y se sacó un tremendo y potentísimo disparo que Karius llegó a rozar, permitiendo que 'sólo' acabase dando en el larguero.
Fue un mero susto, un mero trámite. Con este pequeño susto, y a pesar de no contar con una gran posesión, el Liverpool empezó a inquietar la portería del meta Alisson con varias paradas, haciendo que Anfield despertase y se viniese arriba. Este acecho acabaría con un gol bien anulado a Mané por fuera de juego.
Dos minutos más tarde, Salah obró el milagro. Tras varios robos y pases al pie, el balón le cayó al capitán Henderson, que buscó al egipcio. Este buscó ángulo y disparó por toda la escuadra, haciendo imposible intervención alguna. El ex romanista no quiso celebrar el gol ante los que hace poco fueron sus compañeros, pero el estadio y sus compañeros no se quedaron quietos.
El aura que se vivía y olía en Anfield terminó de animar a sus pupilos con grandes y varias oportunidades, entre ellas un póster tras córner de Lovren. No se veía nada de la Roma sobre el césped y esto lo terminó aprovechando el conjunto local. Firmino colocó un balón perfecto a Salah que le hizo presentarse sólo ante Alisson, le picase el balón sutilmente e hiciese el segundo a falta de pocos segundos de llegar al descanso. Anfield saltaba de alegría. No puedes permitirte dejar huecos ante un equipo como el Liverpool, ante un equipo llevado por Klopp. No perdonan.
Con el descanso del encuentro, el técnico del conjunto italiano, Di Francesco, dio entrada a Schick, bancando así a Ünder. Buscando dar otra cara al equipo.
Salah, dos goles y dos asistencias
Lo cierto es que el inicio de la segunda parte volvió a ser un recital por parte del Liverpool. No tardaron ni 15 minutos en marcar dos goles, con otra vez, el protagonismo del egipcio Mohamed Salah. El primero, tras una internada por banda derecha. Asistió cómodamente al senegalés Mané, que empujó el balón al fondo de la red. Es difícil no ser repetitivo a la hora de hacer llegar la fiesta que se estaba montando en Anfield. Quién vio el partido entenderá perfectamente qué noche de Champions se ha vivido en el feudo inglés.
No tardaron ni 5 minutos en calcar el gol. Salah, otra vez, cogió el balón, se fue cómodamente para asistir esta vez a Firmino, al que faltaba del tridente por conseguir gol. Este tridente será histórico para la afición Red. El egipcio hace lo que quiere, cuando quiere. Así de simple. Está en un estado de ánimo y en un nivel asombroso, y en todas unas semifinales de Champions.
Poco después, con 4-0, con la Roma desbordada, y tras un córner, Firmino consumó su doblete a pase de Milner, el pulmón, junto al capitán Henderson, de éste equipo. Con el 5-0, Klopp se vió obligado a dar salida al héroe de la temporada y de la noche. Sacó a Salah y metió el delantero inglés, Danny Ings, que venía de marcar al West Brom su primer gol después de 930 días en el dique seco. La ovación cerrada que el estadio al completo, incluso con la hinchada rival de la Roma, brindó al egipcio, fue histórica.
Precisamente, con este resultado, con la salida de Salah y los cambios hechos por Di Francesco, la Roma conseguía tener el balón de una manera muy cómoda que les hizo creer que aún tenían tiempo de dar de que hablar.
Tras una gran jugada de muchos toques, Dzeko, delantero por excelencia, conseguía acortar distancias en el marcador. El aficionado romanista creía aún el resultado. Hubo un cambio de ánimo y una intensidad tan dispar entre ambos equipos que hicieron que, en el minuto 84, tras tiro de Nainggolan, Milner tocase el balón con el brazo dentro del área y el árbitro alemán pitase penalti. Perotti recortó de nuevo distancias, poniendo una diferencia ahora de tan sólo tres goles.
Lo vivido hace unas semanas en el Olímpico de Roma hizo que las caras de alegrías se convirtiesen en incertidumbre, y las caras de tristeza, en caras de entusiasmo y amor propio.
El partido terminó con un asombroso 5-2 que hace que el Liverpool sueñe con estar en una final de Champions League 13 años después. Por otro lado, con los últimos 15 minutos de la Roma, y tras haber recortado distancias en el marcador, los italianos sueñan con otra apoteósica remontada como la vivida hace dos semanas frente al Barcelona y se agarran a esa posibidad.