Los motivos para creer en el ascenso del Sporting

¿Algún objetivo fue fácil en Gijón? ¡VAVEL repasa las últimas hazañas conseguidas por el Sporting en el siglo XXI!

Los motivos para creer en el ascenso del Sporting
El Real Sporting celebra el ascenso en Sevilla en el año 2015 // Imagen: VAVEL
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Por Estefanía Domingo Carruébano

Nunca nadie ha dicho que sería fácil, pero lo que todo sportinguista sabe es que merecerá la pena. Y es que el club gijonés tiene una historia tan grande como lo es toda su afición, y los últimos años lo avalan. Si bien es cierto que el descenso de la temporada pasada sigue sombreando El Molinón - Enrique Castro 'Quini', lo cierto es que muy pocos pueden olvidar los ascensos conseguidos años atrás. Dicen que siempre se debe comenzar por el principio, así es el inicio de un sueño bañado en rojiblanco.

Hace ya un siglo desde que el estadio más antiguo de España abrió sus puertas, y no es otro que el que albergan como un tesoro en la ciudad asturiana. Miles de aficionados se reúnen para ver a su equipo, para disfrutar con él, pero no de una manera cualquiera: es la tradición de abuelos a nietas, de madres a hijos, es el sentimiento de sentirse familia de la persona que se tiene al lado, simplemente por el hecho de vestir la misma camiseta, aunque no se la conozca de nada. Ese es el poder que tiene Gijón, la salvación absoluta del Sporting caiga quien caiga.

No siempre fueron tiempos fáciles en tierras rojiblancas. En 1998 comenzó un infierno que hizo volatilizarse los años dorados vividos a finales de los 70 y principios de los 80. Ya nada era lo que había conseguido ser, pero la afición nunca se planteó dejar a su equipo. Ese año fue el del descenso, el que castigó al equipo a una Segunda División que terminó por convertise en una cárcel de la que parecía imposible salir. Imposible hasta que llegó él para mostrar el camino. Porque con él, siempre salía el sol.

Manolo Preciado, líder en el ascenso de 2008

La temporada no había podido empezar mejor para los asturianos. Las nueve victorias en los nueve primeros encuentros de liga tuvieron gran parte de culpa en aquella vuelta a la élite del fútbol español. El Sporting terminó tercero, también gracias en gran parte al terrible final de temporada protagonizado por la Real Sociedad. Era la época de Mate Bilic, Sastre o Luis Morán, y también la de Manolo, que consiguieron ganarse un hueco en una ciudad en la que se respira fútbol cada día de la semana.

Corrían buenos tiempos en Gijón después de aquel ascenso, que por momentos, parecía no llegar nunca. Los asturianos fallaron mucho, demasiado quizás, pero tuvieron la suerte de cara, la de aquellos que tienen que cumplir el objetivo, porque ese es su destino. Los jugadores lo sabían, y se lamentaban por ello. Parecía encaminado apenas dos semanas antes de acabar la liga, pero tuvo que ser en El Molinón, frente su afición, y contra el Eibar, cuando por fin se desatase la fiesta por el ascenso. Un premio que Preciado, más que nadie, abrazó. Quizás por eso ahora cada triunfo conseguido con tinta rojiblanca vaya para él.

2009, un año más de aire fresco

Después de tantos años en el infierno en el que se había convertido la categoría de plata para los asturianos, el mayor miedo del club era volver a descender. Último partido frente a la afición sportinguista contra un equipo que no había podido cumplir el objetivo de la permanencia: el Recreativo de Huelva. Y, como marca la historia, los rojiblancos volvieron a complicarse la vida de más.

Era obligado el conseguir la victoria si se quería mantener la categoría, pero un gol de los visitantes hizo que el temor se apoderase de un Molinón que no dejó de animar en ningún momento. Pero otra vez, y de nuevo de la mano de Preciado, consiguieron el objetivo, no rindiéndose nunca, luchando por aquello que equipo y afición merecían.

La Mareona durante un partido | Fotografía: La Liga
La Mareona durante un partido | Fotografía: La Liga

La dulce agonía del Sporting en el 2015

Nunca un equipo había conseguido unir tanto a los aficionados como el conocido nacionalmente como el Sporting de los Guajes. Porque consiguieron tocar el cielo, y ni siquiera se lo habían planteado, porque demostraron todos los valores de un club que parecía haberlos perdido poco a poco. Y es que las deudas económicas no solo ahogaban a la entidad, si no que estuvieron a punto de hacerla desaparecer. La rabia y la frustración se apoderaba de los aficionados sin remedio, pero lo que ellos no sabían era que aquellos canteranos, de orgullo rojiblanco exactamente igual que el suyo, conseguirían salvar a su equipo del olvido.

Abelardo, que conocía bien al equipo filial tras haber sido su entrenador, decidió conformar un nuevo equipo, uno que llevase por bandera la ilusión, y que consiguiese, al menos, salvar la categoría en Segunda División. Nacho Cases, Sergio, Guerrero y Jony salieron a la palestra para demostrar que cualquier molde se les había quedado pequeño. Y es que no conocieron la derrota hasta el último partido de la primera vuelta. Nadie lo esperaba, pero ahí estaban. En las primeras posiciones, mientras los demás aguardaban una caída que nunca llegó.

Y llegó el siete de junio, el día clave, el que ningún sportinguista será capaz de olvidar, el que probablemente cuente a sus nietos, la jornada que unió a una ciudad entera en apenas 90 minutos. El Sporting tenía que ganar 3-0 en el campo del Betis (lo cual consiguió) y esperar a que el Girona perdiese en Lugo. Casualidades de la vida, corrían los últimos compases del encuentro cuando un balón chutado por Pablo Caballero, pero empujado por todos los sportinguistas, entró en la portería, empatando el partido del Girona, al que solo le valía ganar para ascender, y certificando un descenso que no se daría hasta unos minutos más adelante. Otra vez, otro milagro, otro motivo para creer.

Los Guajes consiguen la permanencia en 2016

Solo un año después, la tempestad aún no había pasado en Gijón, y no volvería a hacerlo. El Sporting llegaba a final de temporada con un pie y medio en la categoría de plata. Parecía que la ilusión, el trabajo en equipo y la unión, en Primera División, no servían de nada. Había tres equipos (los asturianos, Getafe y Rayo Vallecano) y solo una plaza para la permanencia.

Los sportinguistas viajaron en masa al Coliseum Alfonso Pérez para animar en el penúltimo encuentro de la temporada. Si no se sacaban los tres puntos, todo el esfuerzo habría sido en vano. Pero se empató, echando un jarro de agua fría no solo sobre sus aficionados, si no también sobre los madrileños, a los que el resultado tampoco salvaba del abismo.

En la última jornada, volvieron a conseguirlo, volvieron a ganar al Villarreal, y el Getafe no hizo sus deberes, como tampoco harían desde el barrio de Vallecas. Gijón volvía a ser una fiesta, un homenaje para aquella plantilla que logró tocar el cielo en su propio estadio.

Jugadores del Sporting celebrando el último ascenso | Fotografía: Juan Ignacio Lechuga
Jugadores del Sporting celebrando el último ascenso | Fotografía: Juan Ignacio Lechuga

Y es que el Sporting nunca ha sido un equipo al que le gusten las cosas fáciles. Incluso podría decirse que cuando las tiene de cara, le hace más fuerte echarlo todo a perder. Porque sin esos minutos de sufrimiento, de encuentros no actos para cardiacos, el equipo asturiano perdería todo su encanto, todo su ser. Los milagros, al menos en Gijón, existen. Y más ahora, en este 2018, donde una estrella más brilla en lo alto del firmamento con luz rojiblanca. Quini, Preciado y Alejo están sentados en algún lugar, junto a todos los sportinguistas, mientras esperan el momento de abrazarse con lágrimas en los ojos para decir: el ascenso por fin está aquí.