El partido era importante, calificarlo como decisivo quizás fuera desmesurado, pero jugar en tu feudo, ante el rival que te persigue en la tabla, con lo apretada que está la clasificación y encarando la recta final del campeonato, se antojaba una cita clave para dar un golpe en la mesa y presentar candidatura firme al ascenso directo. 

Otra vez la afición respondió y otra vez el equipo defraudó. Se pierde la cuenta de las veces que esto ha ocurrido en los últimos tiempos.  

Desde antes de mediodía, ya se respiraba ambiente de partido en los aledaños de Riazor, gente con camisetas, bufandas y banderas teñían de blanquiazul las proximidades del estadio coruñés. Había ganas de fútbol, de Dépor, los últimos resultados como local invitaban al optimismo. El equipo empezó en volandas llevado por el aliento de un Riazor entregado que enloqueció con el 1-0 de Pepe a centro de Lucas PérezTodo iba según lo planeado, pero, de forma inesperada llegó el gatillazo deportivista. El Castilla se vino arriba tras una jugada aislada con un mano a mano ante Mackay que no acabó en gol por el resbalón del atacante madrileño. A partir de ahí, el equipo desapareció, se produjo un colapso del que los jugadores no fueron capaces de rehacerse.  

Volvieron los fantasmas pasados del Racing de Santander y Albacete, otros dos partidos en los que no se debía fallar, dónde la afición se volcó y en el que el Deportivo defraudó. 

¿Y ahora, qué? Pensándolo fríamente parece que tampoco fue mala jornada, ya que se restó un punto al Alcorcón, líder de la categoría, sin embargo, esa sensación de no estar a la altura en las citas clave es preocupante ante las próximas citas que se presentan, la primera de ellas este próximo domingo en León, donde nuevamente se prevé un desplazamiento masivo de aficionados coruñeses quienes seguro esperan que el Deportivo consiga un triunfo para seguir metiendo presión al líder provisional.