El Pitu y sus guajes obran el milagro

El Sporting será equipo de Primera División un año más tras imponerse (2-0) al Villarreal en la última jornada del campeonato. La derrota del Getafe en el Benito Villamarín (2-1) deja a los azulones y al Rayo en Segunda. Sergio y Jony fueron los encargados de anotar en una tarde mágica para los aficionados que abarrotaron las gradas de El Molinón.

El Pitu y sus guajes obran el milagro
Los jugadores celebran el segundo gol | Foto: La Liga
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Por Óscar Pandiello

Volvió a suceder. Como si de un guión se tratase, el Sporting consiguió salir airoso sobre la bocina, con las apuestas en contra y con la obligación de jugárselo todo a una carta. Como ocurrió con el gol de Pablo Caballero, verdugo del Girona la pasada campaña, el Betis hizo suyo el encuentro contra el Getafe y los asturianos se mantienen en Primera División tras una temporada extenuante.

La premisa era clara: había que ganar, sí o sí, y después confiar en el buen hacer de un Betis ya salvado, aunque con algunas motivaciones para competir. La fraternidad entre andaluces y asturianos, impulsada a lo largo de la semana entre los distintos colectivos rojiblancos, era el clavo ardiendo al que todo gijonés se aferraba.

Jony golpea primero

No tardaría el Sporting en adelantarse, cristalizando las buenas sensaciones que se respiraban durante los primeros minutos. Carmona apareció por el centro y, abriéndose poco a poco, se acomodó en la banda derecha antes de enviar un balón directo a la frontar del área. Jony engancharía el envío, ejecutando una preciosa volea potente y bien colocada. Barbosa, que ocupaba la portería amarilla en sustitución de Areola y Asenjo, no pude hacer nada para atajar el esférico.

Espoleados por el tanto del extremo rojiblanco, los de Marcelino tiraron de velocidad para intentar castigar a la zaga local. El Villarreal, de más a menos a lo largo del partido, inquietó en dos ocasiones la portería de Cuéllar durante los primeros minutos. Nahuel y Baptistao, los más destacados de su equipo, pusieron el corazón en vilo a la grada con una contra letal que terminó en el palo de la portería rojiblanca. No fueron a más las intentonas visitantes, que se encontraron con un Sporting intenso y bien colocado.

Rachid ejerció de perfecto escudero de Sergio y, esta vez sí, la medular asturiana aunó talento y músculo. Arriba, Guerrero y Sanabria se entendían a la mil maravillas, generando huecos y dando dinamismo a las posesiones rojiblancas.

Una tarde de transistores

El descanso dejaba un panorama alentador para los gijoneses. Pese a la victoria del Rayo, que estaba por delante en su duelo frente al Levante, el Getafe empataba en Sevilla y los números encajaban. El objetivo del vestuario, de cara a la segunda mitad, sería el de aislarse de los confusos estímulos externos para dar el mayor nivel sobre el terreno de juego.

La segunda parte siguió por los mismos derroteros. Los asturianos, intentos y peleones, no daban ningún balón por perdido. Jony, eléctrico y resolutivo, fue un incordio constante para la defensa amarilla. El cangués, especialmente motivado tras su magnífica temporada, fue un cuchillo y una solución ofensiva indispensable para el Sporting.

Con la grada en vilo y las noticias volando de boca en boca entre aficionados y cuerpo técnico, parecía claro que la única solución era la de cerrar el partido. El Betis anotaba en el Villamarín y los jugadores no terminaban de creérselo: los gritos de júbilo se repetían por todas partes y los futbolistas oscilaban entre la curiosidad y los intentos por aislarse del ambiente.

El destino también quiso que el segundo héroe de la noche fuese uno de esos soldados infatigables que tanto gustan entre la hinchada local. Sergio, ejemplificando el alma de un grupo volcado con el escudo, sería el encargado de dar la tranquilidad deseada con su segundo gol en menos de diez días. Al igual que en Getafe, el avilesino echó mano de toda su raza y carácter para aparecer desde la segunda línea y conectar un potente derechazo que entró en la meta de Barbosa tras impactar con el larguero.

Sergio, ejemplificando el alma de un grupo volcado con el escudo, sería el encargado de dar la tranquilidad deseada

El éxtasis no tardó en propagarse entre los aficionados, que veían como el Getafe, perdiendo y con uno menos, moría poco a poco en el Benito Villamarín. El sentimiento iba asentándose y la Mareona, pletórica tras el pitido final, no tardó en invadir el campo, gritando y festejando una permanencia conseguida con sudor y sangre.

El final volvió a ser feliz para la parroquia rojiblanca. En Gijón se espera una noche muy larga, y no es para menos. Los guajes, con más bagaje y experiencia a sus espaldas, lucharán un año más para devolver las tardes de gloria a la historia del Molinón.