Muchos fueron y son los españoles que pasaron la tarde relajados, degustando el placer de ver llover desde un cálido hogar, sin otra preocupación que el de ver cómo el agua caía inexorable y remozaba un suelo árido. Con esa calma, ese aplomo y ese bienestar, parece Djokovic resolver muchos de sus partidos este año. Tras su victoria en Roland Garros, Novak perdió un poco esa sensación de superioridad manifiesta con los rivales, pero quiere recuperarla en este tramo final.

Pospisil fue esa lluvia que caía, observada con gracia por un Djokovic que era consciente de que, pasara lo que pasara, llegaría al suelo y se difuminaría. No hubo lugar para sorpresas ni estridencias, y el serbio ganó porque no parecía haber otra opción viable. 

Djokovic jugó muy cómodo

No se alteró lo más mínimo el serbio ante el juego frenético de Pospisil. Siempre en el alambre, el canadiense se mostró tremendamente agresivo, intentando tomar la iniciativa y sin importarle mucho fallar golpes. Fue la estrategia adecuada ya que en el tú a tú no hubo color, y Djokovic lideró cada peloteo con maestría.

Hubo un intercambio de breaks en los compases iniciales, pero pronto Djokovic se hartó del juego y comenzó a mandar. Incrementó su intensidad de piernas y se hizo con el primer set en un abrir y cerrar de ojos, sin que su rival pudiera entender cómo se le había escapado en apenas tres puntos todo el trabajo realizado con anterioridad.

Así de cruel es el tenis, y así de brillante lo hace Djokovic. El serbio no dio opción alguna a un Vasek que bastante tenía con aguantar su servicio. No le fue suficiente ni siquiera para llegar a la muerte súbita, ya que Novak eligió cómo y cuándo volvió a tomar ventaja, una ventaja que fue definitiva. 6-4 6-4 para el de Belgrado, cuyo siguiente rival será Mischa Zverev.