Como todo nuevo proyecto, el de Ronald Koeman en el Barcelona está terminando de engrasarse con tal de comenzar a carburar de manera definitiva. Sin embargo, el margen de maniobra va reduciéndose a medida que avanza la temporada, y con el insuficiente punto cosechado ante el Deportivo Alavés son sólo ocho de dieciocho posibles los que acumula el conjunto azulgrana en este arranque, el peor desde 2002. Y esque las sensaciones inmejorables copadas en Europa, con la inapelable victoria ante la Juventus de Turín, se vieron difuminadas en un nuevo tropiezo liguero, el cuarto consecutivo, de un Barça que perdonó pero también regaló. 

El Barça regala y el Alavés no perdona

La presión alta de Pablo Machín inquietó en los primeros compases a un once prácticamente simétrico al que se enfrentó de inicio al conjunto bianconero, en el que sólo variaban la recuperación tras sanción de Gerard Piqué y la entrada de Sergio Busquets y Ansu Fati por Pjanic y Pedri respectivamente. Fue la paciencia del croata y el desparpajo controlado del canario lo que hechó en falta el elenco de Koeman en el inicio del choque, que estuvo marcado por una imperdonable concesión que entre Neto Murara y Piqué fabricaron para que Luis Rioja adelantase a los blanquiazules. No fue casualidad el primer golpe sobre la mesa de un eufórico Alavés, que pese al intento de los azulgrana de hacerse con la posesión y el ritmo del balón, logró inquietar a su rival.

La defensa adelantada de los locales permitió enseguida a Clement Lenglet trazar pases verticales en busca de Ansu Fati, que no encontró la fortuna que tanto le había caracterizado en sus primeros minutos de la temporada. El hispanoguineano erró hasta en dos ocasiones frente a la meta de Dani Pacheco y el Barça lo pagó caro cuando quiso ir a por la victoria. Tampoco lo estuvo el francés Antoine Griezmann, quien a pesar de sus intentos de encontrar a Leo Messi en los entresijos del ataque barcelonista, chocó con su habitual infortunio de cara al gol. Con el marcador en contra, lo intentó el conjunto de Ronald Koeman por activa y por pasiva, tanto en jugadas combinativas, a la vez que imprecisas, como a balón parado, pero no hubo recompensa.

Reacción sin precisión

Con el gol en contra, detectó Koeman tras el descanso las flaquezas de su equipo y revolucionó el once con tres cambios para afrontar la segunda mitad. Lenglet, con molestias tras un choque fortuito con Deyverson, un impreciso Sergio Busquets y Ousmane Dembelé cedían su plaza a Pjanic, Trincao y Pedri con el objetivo de remover el partido.  De Jong, como ya hiciera en Turín, se reubicó para situarse junto a Gerard Piqué en la zaga defensiva y cedió el centro del campo a Pjanic y a Pedri, más centrado que de costumbre. Ambos dieron un cambio de imagen a la fase de elaboración azulgrana, más lúcida que en la primera mitad, y perimitieron al Barcelona hacerse dueño del balón y del partido. Entre ellos trató de aparecer un Leo Messi alejado de su mejor versión, errático en la definición e más impreciso que de costumbre en el desborde. Ante el papel secundario del argentino, sí volvió a aparecer Ansu Fati, que pese a no encontrarse con el gol fue de los que más generó ofensivamente en clave culé. Quien sí fue decisivo para el devenir del segundo tiempo fue un desacertado Jota Peleteiro, que con una entrada muy dura a Gerard Piqué dejaba a los suyos con un hombre menos a falta de treinta minutos para el final.

Lo aprovechó el Barcelona, y especialmente un Antoine Griezmann que de una vez por todas logró reencontrarse con el gol. Lo hizo a su manera, aprovechando un balón en el interior del área para batir sutilmente, de vaselina, a un Dani Pacheco que nada pudo hacer ante la maestría del galo. Con el empate en sus manos, los de Ronald Koeman se avalancharon en campo vitoriano y comandados por la inspiración de Pedri trataron de asentarse en el partido. Así lo hicieron, pues generaron más y mejor que su rival, pero un gran Pacheco y el infortunio les privaron de remontar un partido que no daba para más. Lo intentó a la desesperada el técnico holandés, sacrificando a uno de los mejores del choque, como lo fue Ansu Fati, para buscar el gol a través de un testimonial Martin Braithwaite, que apenas pudo contribuir al arreón final de los azulgranas. Al final, se impuso el azar y el Barcelona fue incapaz de destapar la meta local, que sobrevivió a la desesperada para arrebatar dos puntos claves al conjunto culé. Dos victorias en seis partidos, o lo que es lo mismo, ocho de dieciocho puntos posibles que dejan cuesta arriba la competición liguera para un Barça más estético que efectivo.