366 días dan para mucho. Para reír, para llorar. Para ilusionarse, para perder la esperanza. Para volver a creer en el fútbol, para olvidarlo para siempre. Dan para emocionarse viendo a un equipo competir como nunca, ganar como acostumbra en los últimos años, pelear hasta el final contra todo, y contra todos. Para sentir momentos únicos. Para cantar el himno de tu equipo mientras derrotas al Bayern en tu estadio, ya sea en abril o en noviembre. Para pegar un grito desgarrador mientras Griezmann perfora la portería de Neuer en Múnich en un partido sin fin. Para cantar un gol tras otro de Antoine, para corear al Niño tras hacerse centenario, para sentirse orgulloso de la garra de Gabi o Godín sobre el césped, para llevarse las manos a la cabeza viendo al Saúl hacerse hombre en toda una semifinal de Champions. Pero también para olvidar. Para olvidar la eliminación copera, para olvidar el último derbi del Calderón, para olvidar a Jackson.

Aunque en 2016, en este 2016 que ha sido como una montaña rusa para el Atleti, todo gira entorno a un día, aquel 28 de mayo. Aquella ilusión, aquel 'no se puede escapar, otra vez'. Aquella tanda fatídica. Aquel regreso de Milán, sin saber dónde mirar, sin saber qué hacer, sin saber si habrá oportunidad en el futuro de volver a vivir algo así, de estar tan cerca del cielo y a la vez del más cálido infierno. Aquella frase de Simeone, aquellas dudas, aquel período de duelo que hoy todavía no parece haber llegado a su fin. Ese 28 de mayo no es para olvidar, sino para recordarlo y hacerse aún más fuerte en la derrota. Para levantar la cabeza con tristeza, pero con orgullo. Y si hay que agacharla, que sea para besar el escudo. Pero el escudo de verdad, el de siempre.

Fiasco copero prematuro

En cualquier caso, este 2016 comienza doce meses atrás, con el aliciente de la ilusión de la Copa del Rey. El equipo estaba realizando una gran campaña en Liga y se disponía a seguir la misma regla en el torneo del KO tras eliminar al Reus y al Rayo. El rival en cuartos de final fue el Celta de Berizzo. Un equipo bien compuesto, con buen juego que sorprendió al Atleti en ambos partidos y se ganó el pase a semifinales de forma más que meritoria. Un partido de vuelta eléctrico que manejaron en todo momento.

En la ida todo terminó en el aire, con un 0-0 insulso que aplazaba el desenlace para el Vicente Calderón. Los de Simeone no pudieron romper el buen entramado defensivo celtiña y el marcador fue total reflejo de ello. Tampoco se quedó atrás la defensa madrileña, formada por Godín y Savic, que fueron un cerrojo durante los 90 minutos. Un partido marcado por la precaución de ambos conjuntos y el saber que se trataba de una eliminatoria a 180 minutos.

El partido de vuelta dejó en la retina del aficionado todo el juego ofensivo que no dejó el partido de ida. Un juego veloz, por momentos desbocado, del que salió perdedor el Atleti. El Tucu Hernández ponía por delante a los vigueses, pero Griezmann neutralizó la ventaja en pocos minutos. La segunda parte sería dominada casi en su totalidad por el Celta, que sentenció con goles de Guidetti y Pablo Hernández. Correa recortó distancias con diez minutos por delante para el final pero fue insuficiente. El batacazo era real y el Atleti consumaba, demasiado temprano, su primera decepción del año.

La leyenda de Jackson Martínez

El 2016 del Atlético de Madrid comenzaba con decisiones, con movimientos que marcarían el devenir del equipo en esta segunda mitad de temporada. La principal, la más notoria y satisfactoria, sería la baja de una de las decepciones más grandes del curso pasado. Jackson Martínez, el 9 elegido para la temporada 2015/2016, decía adiós tras solo media temporada transcurrida. La corta historia del colombiano en el Atlético de Madrid se despedía al término del mercado invernal.

Llegó a mediados de julio, pero volvió a hacer las maletas en febrero. Jackson pasó sin pena ni gloria por el Calderón. La ilusión por el nuevo delantero referencia del equipo acabó en venta sorprendente de invierno al Guangzhou chino, y a nadie le molestó. Tan solo tres goles en 22 partidos oficiales con el Atleti. Dos en liga, uno en Champions. Más de mil minutos para tan poca productividad del, hipotético, delantero referencia de un equipo aspirante a todo. El colombiano acabó por marchar, y la verdad que fue todo un respiro para el Atleti, para Simeone y para Torres.

Jackson, en uno de sus últimos partidos con el Atleti | Foto: RJ Torrellas - VAVEL

Rebelión en el Camp Nou

Arrancaba el 30 de enero el duelo entre el Barcelona y el Atlético, el encuentro que cambiaría el sino de la temporada rojiblanca. Arrancaba como una moto Koke poniendo el 0-1 a los nueve minutos de partido, pero Messi igualaba la contienda a la media hora de juego. Solo siete minutos después, el charrúa Luis Suárez culminaba la remontada blaugrana en un encuentro que se ponía muy complicado para los rojiblancos. Poco antes del final de la primera parte, Filipe Luis fue expulsado y Godín se fue también a las duchas en el 65’. El Atleti se quedaba con nueve y muy cojo en cuanto al esquema defensivo.

Pero cuando más cuarteado estaba el equipo de Simeone hubo un hombre que decidió no bajar los brazos: Carrasco. El belga decidió ponerse el traje de héroe y, aunque no pudo lograr goles, trajo de cabeza al Barcelona con dos hombres menos. Corriendo de un lado a otro, diagonales imposibles y contragolpeando él solo, ese día encarnó una frase muy conocida por los colchoneros: si se cree y se trabaja, se puede. El equipo rojiblanco no consiguió rascar nada positivo, aunque el juego desplegado ante el que acabaría siendo campeón de Liga marcó un antes y un después para el técnico colchonero.

...y Torres consiguió su gol 100

Porque se hizo esperar demasiado y porque era quien era, el gol 100 de Fernando Torres en el Atlético fue celebrado como todo un acontecimiento. Los 19 partidos que tuvieron que esperar los aficionados para cantar el gol centenario no ensombrecieron el momento, más bien todo lo contrario, parece que la expectativa hizo todavía más grande aquel tanto. No fue ni espectacular ni determinante en el resultado, pero era el gol número 100 de una de las figuras más importantes de la historia del Atlético y el Vicente Calderón se vino abajo. La afición, sus compañeros, el Cholo… Todos celebraron el tanto como si fuera un éxito más del club. Porque al fin y al cabo, Fernando Torres es Atlético de Madrid.

Pero lo realmente emotivo vino después. Cuando el Niño se despojó de la elástica rojiblanca y se dirigió a uno de los fondos buscando a alguien, a la persona a quien quería dedicarle el gol. Ese era Manuel Briñas, exojeador de la cantera. “Este gol es tuyo”, le dijo Torres. Un bonito gesto del ‘9’ con quien fue uno de sus descubridores. Y a partir de ahí, la sequía que había perseguido a Fernando durante cuatro meses y medio se acabó. Nueve goles más anotó hasta final de temporada, los suficientes para convertirse en titular, ayudar al equipo en partidos complicados y ganarse a pulso su continuidad en el Atlético. Ahora cierra el año con 112 dianas en su casillero histórico, a sólo dos tantos de otra leyenda rojiblanca, Adelardo. Este será sin duda uno de sus retos para el próximo año, aunque su verdadero objetivo es ese por el que volvió hace ya dos años a la ribera del Manzanares: ganar por fin un título con el Atlético de Madrid.

Torres dedicó a Briñas su gol 100 | Foto: Ángel Gutiérrrez - ATM

La explosión de Saúl

Dicen que no todo es blanco o negro. En el caso del Atlético de Madrid sería equiparable a no todo es rojo o blanco. El rojo lo puso a finales del 2015 la grave lesión de Tiago, que en uno de sus mejores momentos profesionales quedaba alejado del terreno de juego. El blanco fue la explosión de Saúl Ñiguez, un jugador criado entre los mimos de la cantera rojiblanca, que se convirtió en la solución de Diego Pablo Simeone. El ilicitano llenó el hueco que había dejado el portugués, que ya es decir, y tuvo su eclosión durante el año 2016, dejando al Calderón y a media Europa boquiabierta. Basta con mirar el tanto que anotó ante el Bayern de Múnich en la ida de las semifinales de la Champions. En definitiva, el niño prodigio de la cantera rojiblanca se confirmó allí ante los ojos atónitos del Vicente Calderón como el hombre que buscaba Simeone. Una bonita historia, un bonito 2016 para Saúl.

La confirmación de la corona

Un Príncipe con el liderato irrebatible y con una corona forjada a base de esfuerzo. Desde esa postura afrontaba Antoine Griezmann el año 2016. Tras llegar al Atlético de Madrid en el verano de 2014, el galo se afianzó en un proceso ascendente con la Casa Real de la delantera rojiblanca. Como un pilar fundamental, como el intocable en el tablero de ajedrez de Diego Pablo Simeone y con la responsabilidad de los goles bajo sus botas, el francés no defraudó. El 10 de enero, ante el Celta de Vigo en un partido liguero, anotaba el que sería su primer tanto del año. Desde aquel día, en el que el turrón pareció no causarle ningún estrago, el de Macon se cargó –en gran parte- la culpa de que el Atlético llegará a la tercera final de la Champions de su historia, con goles fundamentales como los de las eliminatorias ante el Barcelona y el Bayern de Múnich.

La Liga concluyó para él con 22 tantos anotados en su cuenta particular. En la Champions la fortuna no pareció sonreírle y en San Siro el fútbol le dio a conocer una de sus caras más feas. Un final para una temporada de esos que no contaban en los cuentos de hadas. Pasó el verano y el francés, tras dejar boquiabierta a media Europa, volvió a llevarse un palo en la final de la Eurocopa. Aun así, el delantero volvió a atarse las botas, e ilusionado comenzó una nueva temporada como rojiblanco. Ha sido el segundo jugador de la historia del Atlético de Madrid en colarse en el podio del Balón de Oro. Con seis tantos en Liga y tres en competición europea, no  atraviesa su mejor momento goleador. A estas alturas, lo que nadie duda en el Manzanares es que en 2017 cantará más de una vez el "oh là là" francés, aunque sólo sea por deudas del destino.

Euromatagigantes

De la alegría agónica ante el PSV a las lágrimas de Milán. Penaltis, nervios, buena y mala fortuna. Entre los octavos sufridos ante los holandeses y la final ante el Real Madrid, se esconde el mejor recuerdo europeo del 2016. Una exhibición de poderío y de levantamiento ante los grandes del continente. Primero el Barcelona de Messi, después el Bayern de Guardiola. Los equipos más potentes de la Champions League sucumbieron ante los de Simeone en las rondas previas a la gran final. 2016 fue otra muestra de que la mala suerte en los sorteos es vérselas con un camaleónico Atlético de Madrid.

El primero en sufrirlo fue el equipo azulgrana de Luis Enrique. Unos cuartos de final que catapultaron la confianza de los madrileños y dinamitaron la de un Barcelona que hasta la fecha, pintaba de ganador absoluto. La eliminatoria estuvo marcada por la expulsión de Torres en la ida. El Niño adelantó y siguió con su idilio ante los culés, y puso patas arriba los planes locales. Una segunda y rigurosa amarilla en una entrada en zona de presión dejó a los de Simeone en inferioridad durante más de 45 minutos. Suárez daría la vuelta al partido en una larga noche. Pero el Atleti no le perdió la cara a la eliminatoria y en el Vicente Calderón sorprendió a los azulgranas. Un magnifico centro de Saúl fue rematado a la media hora por Griezmann. En la recta final, Filipe forzó un penalti para que el francés sentenciara el pase a semifinales.

En dicha ronda, esperaría el todopoderoso Bayern de Guardiola. Otra gran piedra en el camino, otro equipo de gran potencial ofensivo, pero otro gran reto para los rojiblancos. La ida en el Calderón fue uno de los encuentros más completos que se recuerdan, y seguramente el mejor de este año que nos deja. Un golazo de videojuego de Saúl significaba prácticamente el prólogo de un partidazo que no vería mover el marcador pero que acabaría dejando un duelo para el recuerdo. En la vuelta, al Atleti le esperaría un auténtico acoso ante un despliegue ofensivo abusivo del equipo alemán. Xabi Alonso adelantó al Bayern de falta, Oblak paró un penalti, Griezmann empató el partido, Neuer paró un penalti, Lewandowski marcó el 2-1. Un plato completito para una eliminatoria a la altura de lo esperado.

El Atleti dejó en el camino a dos favoritos a las puertas de la final. Una gran hazaña tan solo emborronada por la mala fortuna de la lotería de unos penaltis que dejaron de vacío al verdadero protagonista de la Champions League 2016.

Lucas, Juanfran, Koke y Godín celebran el pase a semifinales | Foto: RJ Torrellas - VAVEL
Lucas, Juanfran, Koke y Godín celebran el pase a semifinales | Foto: RJ Torrellas - VAVEL

Lucha liguera hasta el final

Con bastantes jornadas por delante para clausurar la competición, el Atlético de Madrid volvió a tirar de esfuerzo y orgullo para llegar con opciones de título a las últimas jornadas de Liga. Una serie de encuentros encadenados con victorias gracias a la filosofía del partido a partido permitieron estar en la terna por el título. Un 5-1 ante el Betis en la jornada 31 supuso el inicio de la gesta. Posteriormente, llegarían los triunfos ante Espanyol y Granada. En esta recta final se pueden destacar claramente cuatro figuras: Koke, Torres, Griezmann y Correa. Un trabajado 0-1 en San Mamés ante un buen Athletic hacía soñar a los rojiblancos, que rememoraban la conquista de La Catedral dos años atrás. Más duros todavía fueron los encuentros contra Málaga y Rayo Vallecano, ambos vencidos por la mínima (1-0).

De esta forma se llegaba a la jornada 37 con las esperanzas por todo lo alto y a la espera de un pinchazo de los dos de arriba para volver a dar la sorpresa y culminar una fantástica Liga. El escenario era el peor de los imaginables para los colchoneros, el Ciutat de Valencia, feudo del Levante, donde pese al gol inicial de Torres terminaron perdiendo por 2-1 y quedándose fuera de la pelea en la última jornada. Una última jornada algo más descafeinada pero no menos importante para los de Simeone. Se luchó hasta el final, pero este año no tocaba.

El peor día del año

En este 2016 el Atlético de Madrid tiene marcado en negro el día 28 de mayo. Por tercera vez en su historia, el club rojiblanco alcanzaba una final en la máxima competición europea y por segunda vez en dos años el rival volvía a ser el Real Madrid. Tras superar unas eliminatorias complicadas frente a Barcelona y Bayern de Múnich, el Atleti llegaba a la final con las expectativas en todo lo alto y con ganas de revancha.

Si las dos finales perdidas anteriormente, la del 74 y la de 2014, no habían sido lo suficientemente dolorosas, con derrotas en el último momento cuando se rozaba el título, el destino aún tenía reservado otro cruel desenlace para los colchoneros en Milán. El primero en adelantarse fue el Real Madrid al cuarto de hora de juego, tras una falta botada por Toni Kroos y con Sergio Ramos como goleador de nuevo. Pero los rojiblancos, lejos de venirse abajo, se sobrepusieron al gol encajado.

Griezmann lo intentó de todas las maneras, pero no era su día. Al inicio de la segunda mitad Pepe cometió un penalti sobre Torres que el francés estrelló contra el poste. Con Carrasco sobre el césped, los rojiblancos gozaron de las mejores opciones y volvieron a sobreponerse al varapalo del penalti errado. Finalmente fue el belga quien en el 78, y tras jugada de Juanfran por la banda, puso las tablas en el marcador. Con una prórroga donde hubo respeto máximo entre los equipos y cansancio acumulado, llegaron los temidos penaltis.

Los ocho primeros lanzamientos fueron anotados. Los porteros poco hicieron, especialmente pasivo se vio a Oblak, quien había sido héroe en los 120 minutos de partido. El último en lanzar para el Atleti fue Juanfran, quien había salvado a los suyos en octavos frente al PSV en otra tanda de penaltis histórica. Pero la historia no se repitió y el lateral lanzó al palo izquierdo. Cristiano Ronaldo, que estuvo muy gris durante el partido, se erigió como protagonista de la final anotando la pena máxima decisiva.

De nuevo el destino fue cruel con el Atlético de Madrid, que había plantado cara, se había sobrepuesto en un partido de alta tensión, había hecho méritos para que, esta vez sí, a la tercera, fuese la vencida. Pero no lo fue. Y el palo para plantilla, entrenador y afición fue muy duro. La sensación general fue que dándolo todo, se le había negado el premio. La peor parte llegó cuando Simeone dejaba entrever en la rueda de prensa posterior su posible salida del club. Ese 28 de mayo fue el peor día de 2016, y quizás de la historia, para la familia rojiblanca.

Juanfran, desolado tras caer en la tanda de penaltis de Milán | Foto: Getty/AFP
Juanfran, desolado tras caer en la tanda de penaltis de Milán | Foto: Getty/AFP

Si el líder duda, los soldados también

La final de Milán dejó heridas aún más graves que la derrota en Lisboa en 2014. Tras la final de Champions, el Cholo despertó incertidumbre sobre su continuidad en el club rojiblanco, hecho que hizo temblar el proyecto. "Necesito pensar". Las palabras en la sala de prensa de San Siro fueron una bomba. "Yo sé que hay mucha gente del Atlético que me quiere, y lo que mejor encontré en ese momento en el que te vienen las ideas rápidas, fue decir mi sentimiento, y este no era otro que el de pensar”.

El equipo colchonero no recibió bien las dudas generadas en torno al futuro de la figura del entrenador, pieza clave en los éxitos del Atlético de Madrid y, sobre todo, en el futuro del club. Muchos se preguntaron cómo era posible que si Simeone había ampliado su contrato hasta 2020, ahora pensara en marcharse. El Cholo atravesó un período de luto, tal y como él mismo lo había definido, pero consiguió levantarse a sí mismo y a la afición. A día de hoy, el Atlético de Madrid tiene problemas, es sexto en LaLiga y el técnico rojiblanco no da con la tecla. Tal vez porque la memoria viaja sin querer a aquella noche en Milán y todavía quedan muchas heridas abiertas.

No obstante, no cabe duda de que la filosofía de juego y entrenamientos del Cholo es clave en éxito y que, gracias a su competitividad y su exigencia, ha sido el creador del Atleti ganador que hemos visto durante estas últimas temporadas. Pero como todo en la vida, el desgaste acaba llegando. De la plantilla y del propio técnico argentino dependerá su futuro.

Gaitán, Vrsaljko y la columna vertebral

Tras el final de la competición liguera y la decepción de Milán, el Atlético de Madrid afrontaba el mercado estival con ganas de hacer aún más competitiva la plantilla rojiblanca. El fichaje de un 9 puro y de un jugador de banda parecían las dos opciones prioritarias del Cholo, condiciones indispensables para que el técnico rojiblanco siguiera al mando y superara las dudas sobre su continuidad, además de mantener al eje del equipo y no vender a jugadores claves como Oblak, Godín, Koke o Griezmann.

Con estas premisas afrontó la directiva del Atlético el período de fichajes veraniego, que se activó rápidamente con la llegada de Nico Gaitán, uno de los fichajes estrella del verano. El extremo del Benfica llegaba al Calderón por 25 millones de euros, cifra que, sin embargo, aún no ha justificado en el césped, teniendo muy poca participación en esta primera parte de la temporada. Otro fichaje destacado fue el de Sime Vrsaljko (24 millones). El lateral fue una de las grandes revelaciones de la Eurocopa de Francia, donde llamó la atención de grandes clubes como el Atlético. Llegó para hacer la competencia a Juanfran en banda derecha, además de para dar descanso a uno de los fijos del Cholo.

El Atlético también adquirió a Diogo Jota y Alex Werner, delantero y portero, cuya juventud y falta de experiencia en un alto nivel de competición les condujo a salir cedidos. El primero se marchó al Oporto y el segundo a Boca Juniors, equipos donde ambos están disputando minutos y cogiendo rodaje para, en un futuro, entrar en los planes de Diego Pablo Simeone. Santos Borré marchaba al Villarreal, Cerci volvía de la cesión en el Genoa y así una interminable lista de idas y venidas de cedidos. En las ventas destacó la de Borja Bastón al Swansea inglés por 18 millones de euros.

Gameiro, en su presentación con el Atlético | Foto: ATM
Gameiro, en su presentación con el Atlético | Foto: ATM

Gameiro sí; Diego Costa, no

La guinda del pastel la puso Kevin Gameiro. La salida de Vietto en calidad de cedido al Pizjuán fue clave para llegar al desenlace de un debate que se mantuvo desde junio hasta agosto: ¿Diego Costa o Gameiro? El exdelantero rojiblanco, actualmente jugador del Chelsea, se dejó querer por el Atlético ante el deseo de la directiva rojiblanca de que el brasileño volviera a jugar como local en el Vicente Calderón. Conte se negó rotundamente e impidió que las negociaciones entre el club y el jugador pudieran avanzar. Ahí entró en escena Kevin Gameiro, con quien también se habían establecido contactos, aunque siempre pareciendo que Diego Costa era la opción prioritaria.

Finalmente, el 9 del Sevilla se convirtió en el delantero puro que tanto deseaba el Atlético de Madrid y con quien se cerró el mercado de fichajes estival. Fue la compra más cara del verano, desembolsando 32 millones de euros en las arcas del conjunto sevillista. El jugador se ha consolidado como la pareja de Griezmann en la delantera, aunque es cierto que, pese a sus buenos números (seis goles) y a ser pichichi con Antoine, da la sensación de que no acaba de explotar y de errar la mayoría de las ocasiones que él mismo se genera con buenos desmarques y movimientos de ruptura. De esta forma, el Atlético daba por concluido el mercado de fichajes y ya estaba totalmente preparado para afrontar una nueva temporada que auguraba ser exitosa. Los fichajes tendrían que rendir y el equipo mantenerse al nivel demostrado durante la campaña 2015-2016.

Dos empates y una ilusión

Había que dejar atrás el fiasco de Milán. Había que empezar a construir de nuevo un equipo competitivo y fuerte para luchar contra los más grandes, pero el inicio liguero trajo consigo dos rápidas decepciones para el Atlético de Madrid. Un recién ascendido como el Alavés consiguió empatar en la última jugada del partido en la primera jornada, para que una semana después el conjunto de Simeone fuera incapaz de ver puerta ante el Leganés, otro recién ascendido. Dos empates dolorosos que hacían saltar las dudas.

Pero el Atleti empezó a ganar y a cogerle el truco al campeonato. Carrasco se desató como gran goleador y el empate del Camp Nou sirvió para ratificar la buena dinámica del equipo, que enlazó cinco victorias y un empate para plantarse en la jornada 9 como líder de La Liga. Griezmann funcionaba, la portería era infranqueable, Carrasco se desataba y Gameiro, poco a poco, empezaba a ver puerta de la forma que se le pedía. Parecía que el Atleti empezaba a funcionar... hasta que llegó la visita a Nervión.

Europa, incontestable

Pero antes de aquella visita, el Atleti dejó claro que Europa es otro rollo. Tenía el difícil reto de superar un grupo que compartía con el Bayern de Múnich y acabó visitando la ciudad germana con el liderato de grupo sentenciado. La victoria inicial en Eindhoven marcó el camino, pero la ilusión se desató con un triunfo incontestable ante el Bayern en el Calderón, otra proeza apenas cuatro meses después. Volvió a ganar en el frío de Rostov y al propio conjunto ruso en casa para que, dos semanas más tarde, aprovechara el tropiezo de los de Ancelotti para certificar su pase a octavos de final como líder de grupo. La derrota en Múnich fue intrascendente y el Atleti cerró la primera fase de la Champions League con los mejores números de su historia: 15 puntos de 18 posibles. Milán dolió, pero la ilusión de este Atleti en Europa sigue siendo incontestable.

El tifo del Calderón en el Atleti-Bayern de la fase de grupos | Foto: Jorge Moreno - VAVEL
El tifo del Calderón en el Atleti-Bayern de la fase de grupos | Foto: Jorge Moreno - VAVEL

'Carrasco's on fire'

Este año 2016 también ha servido para confirmar una estrella en el Atlético de Madrid. Se llama Yannick, se apellida Carrasco. El belga, que llegó como un gran fichaje procedente del Mónaco hace ya año y medio, tardó en entrar en los planes de Simeone con ese período de adaptación que parecen tener que pasar todos los fichajes de la etapa 'Cholista'. Pero empezó a coger peso en el equipo y a convertirse en el jugador número 12, pues en el tramo final de la pasada campaña aún no era titular. El Cholo seguía con un sistema conservador y, en la final de la Champions, tuvo que dar entrada a Carrasco para que verticalizara al equipo. Este 2016 sirvió para que Yannick pasara a la historia: es uno de los tres únicos jugadores del Atlético de Madrid que ha marcado en una final de la Champions. Le acompañan dos mitos en esa lista: Godín y Luis Aragonés.

Pero a lo que íbamos: Carrasco se consagró. Con la llegada de una nueva campaña, Simeone pareció moldear su equipo a un sistema más ofensivo donde el extremo se convertía en un jugador clave. Su primer gol de la temporada llegó precisamente ante el Bayern, pero a partir de ahí no paró: vio puerta ante el Rostov y el PSV en Champions, anotó un doblete estelar ante el Málaga y consiguió el primer hat-trick de su carrera ante el Granada. Carrasco se había desatado de cara a puerta y también en el juego del Atleti, convirtiéndose en un jugador clave en los esquemas de Simeone y afianzándose como un futbolista indispensable para el Atlético. 2016 ha sido el año de Carrasco.

Carrasco celebra su gol al Bayern | Foto: Daniel Nieto - VAVEL
Carrasco celebra su gol al Bayern | Foto: Daniel Nieto - VAVEL

Crisis

El Atleti era líder en la jornada 9 y parecía que empezaba a funcionar... y entonces llegó aquella fatídica visita a Nervión. El conjunto rojiblanco cosechó su primera derrota de la temporada, pero a partir de entonces llegó a parecer que se le había olvidado cómo ganar. Más allá de perder ante el Sevilla, el Atleti se dio cuenta de que no competía como antes. No encontraba su estilo y no sabía cómo afrontar su primer traspié, lo que se comprobó dos jornadas después con otra dolorosa derrota ante la Real Sociedad en otro encuentro gris.

Pero todo podía ser aún peor. El club rojiblanco buscaba su legado eterno en el último derbi del Calderón y Cristiano se encargó de dinamitarlo todo. Aquello era solo el principio de una crisis total en el equipo, que no pasó del empate ante el Espanyol y cosechó una derrota intrascendente en Múnich para aumentar las incógnitas. La visita a El Madrigal se antojaba como clave para remontar el vuelo y el Atleti se trajo consigo tres goles en contra, un mar de dudas en defensa, un sistema que no funcionaba, unos resultados que no acompañaban, muchas incógnitas en su delantera y, en definitiva, los peores momentos de la 'era Simeone', tal y como llegó a reconocer su propio capitán. 2016, ese año en el que el Atlético llegó a otra final de la Champions y compitió una Liga hasta el final, concluye con el equipo en sexta posición de la tabla. Una situación que tiene una solución sencilla: Diego Pablo Simeone es el mejor candidato para volver a levantar al equipo.

Un nuevo escudo... y un nuevo estadio

Más allá de lo deportivo, 2016 también quedará marcado como el año en que se forjó el traslado al nuevo estadio y llegaron a quitar la identidad al propio Atlético de Madrid. El fútbol dejó de ser de los aficionados en el momento en el que las Sociedades Anónimas Deportivas comenzaron a apropiarse de los clubes en España. Personas -o grupos- sin ningún tipo de afinidad por el club, más allá del negocio que querían hacer con él, se apoderaban de unos colores, de su historia y también de sus aficionados. Dinero, dinero y dinero, solo importaba el dinero. A los aficionados del Atlético de Madrid les sonará parte de esta historia porque la han vivido hasta en dos ocasiones: en 1991, cuando Jesús Gil y Gil convirtió el club en Sociedad Anónima Deportiva y se convirtió en el propietario del equipo. y en este 2016, donde el grupo chino Wanda, que posee actualmente el 20% de las acciones, y la familia Gil han decidido cambiar parte del escudo y poner el dudoso nombre de Wanda Metropolitano al nuevo estadio .

Las dudas en cuanto al traslado debido a diferentes problemas de apropiación de los terrenos presentan un panorama desalentador, casi cómico, que ejemplifica lo poco que importan hoy día los aficionados y lo fácil que es hacer negocios en este país con desconocidos empresarios chinos y árabes. El 9 de diciembre de 2016 entrará también en la historia del club por cambiar parte de la identidad del escudo, más redondo y con cambios significativos en el oso y el madroño. El aficionado rojiblanco vivirá estos últimos seis meses con nostalgia e incredulidad, sin poder denunciar el robo de su historia y de su identidad. Porque el Atlético sin sus aficionados nunca será nada. Porque este cuento chino no le gusta a nadie. Porque el escudo no se toca. 

Artículo realizado por: Alba de Fez, Cristina de la Hoz, Laura Hijón, Belén Hortelano, Juan Ignacio Lechuga, Kike Ramos, Miguel Ángel Ríos, Rocío Sánchez, Víctor Sánchez y Miguel Sánchez

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