El Sevilla privó al Barça de Quique Setién dar un paso más hacia el título liguero y lo condenó a depender de su gran rival, el Real Madrid, para lograr retener el liderato en lo que resta de campaña. Messi no pudo culminar junto al resto de sus compañeros su enésima exhibición en su estadio fetiche, un Sánchez Pizjuán inédito en el que el Sevilla de Julen Lopetegui se cobijó para lograr atascar el juego azulgrana. El conjunto hispalense tuvo en las transiciones ofensivas la fluidez que le faltó al Barça en la circulación del balón, y sólo Marc-André Ter Stegen pudo evitar un mayor disgusto bajo palos.

El Barça domina y el Sevilla aprieta

La suplencia de Antoine Griezmann y la construcción de un centro del campo rocoso en el que Ivan Rakitic y Arturo Vidal cubrían la ausencia de Frenkie De Jong, fueron las dos principales decisiones de Quique Setién en su visita al Sánchez Pizjuán. El cántabro volvía a apostar por Martin Braithwaite, tras su despunte goleador ante el Mallorca, para acompañar a un sediento Leo Messi y a un Luis Suárez que estrenaba titularidad cinco meses después de su fatídica lesión. El Barça reaccionó a los retoques de su puzzle habitual con un dominio inicial que, sin embargo, no intimidó al Sevilla.

Los hispalenses supieron aguantar a través de una presión alta e individualizada el tibio dominio culé, con Messi como principal protagonista en sus combinaciones con Jordi Alba, para trazar los primeros avisos a la meta de Ter Stegen. El meta alemán, una vez más decisivo para que el Barça saliera vivo de tierras andaluzas, solventó con creces las fugaces apariciones de Ocampos o Munir el Haddadi. Messi quiso contestar desde fuera del área, y como él mejor sabe, a balón parado, pero Vaclik, como Ter Stegen en la meta contraria, resultó también un muro para los pies del argentino. Fue de hecho el "10" azulgrana el que avivó la llama en el tramo final de la primera mitad, provocando un rifirrafe con el central Diego Carlos como protagonista.

Ter Stegen salva a un Barça sin pólvora

La tensión la llevó incrustada el Sevilla con su fútbol tras el paso por vestuarios. Los de Lopetegui salieron más atrevidos y sin contemplaciones a por el primer gol del partido. Con Fernando ejerciendo de recuperador en el centro del campo, los hispalenses se hicieron con el dominio del balón a pesar de perdonar en los últimos metros. El primer tramo del segundo tiempo sirvió a Setién para rectificar e incorporar un centrocampista más al equipo. Arthur Melo, relegando a un inédito Braithwaite al banquillo, completaba el rombo del mediocentro por tal de acaparar la posesión en favor de los azulgrana. Consiguió el conjunto culé recuperar el balón y respirar con él a través de posesiones largas, que tenían la mira puesta en las botas de Luis Suárez. Sin embargo, y a pesar de la presencia de Leo Messi en todas las transiciones blaugranas, seguía faltando esa chispa que permitiese generar peligro en ataque. 

Aguardaba esa tarea Antoine Griezmann, que entró con poco margen de maniobra para liderar a los suyos hacia una hipotética victoria. Mientras el Sevilla, aprovechaba los errores que pudiese generar el Barcelona en la elaboración para salir al contraataque, comandado por el punta Luuk De Jong y anticipado siempre por un decisivo Ter Stegen. Durmió el balón el Barcelona, a través de posesiones largas, hasta que el reloj comenzó a agotarse. Entraron entonces las prisas, y Gerard Piqué e incluso el propio guardameta en la última jugada del encuentro, se aventuraron a intermediar en el área rival. Se mojó la pólvora culé y una vez más las amenazas comandadas por Leo Messi se quedaron en nada lejos del Camp Nou. Una tónica, olvidada por el parón, que no es nueva en este Barça, que no puede permitirse otro resbalón si quiere seguir dependiendo de si mismo para lograr reeditar el título liguero.