El Mundial de Rusia 2018 ha finalizado, y con ello habrá que esperar hasta 2022 para vivir otra edición de esta maravillosa competición que aglutina a selecciones y países completos. Esta vez, Francia se llevó el trofeo, algo que no hacía hasta la edición de 1998 celebrada en Francia. Como curiosidad, Mbappé, uno de los goleadores de esta final, no había nacido cuando los galos alzaron por primera vez esta copa.

Tácticamente, el partido siguió el guión esperado por Francia y su seleccionador, Didier Deschamps. Aunque en la primera parte, este se descontroló ya que Croacia creó muchísimas ocasiones de peligro. A pesar de esto último, la selección gala controló el partido y lo sentenció a su favor.

Control y defensa, básico para la campeona del mundo

Tanto control como defensa es algo que ha sido muy importante para la selección gala durante todo el Mundial, el cuál muchos han sentenciado como la prueba final de la muerte del 'tiki-taka' que tantos triunfos y alegrías le han dado a muchos clubes y selecciones, y es que lo principal en este campeonato ha sido establecer un bloque rocoso y muy táctico para conseguir salir rápido hacia la meta rival, por esto y muchas cosas más, Francia ha sido la mejor y, por tanto, campeona.

En la primera parte, los galos empezaron jugando como lo habían hecho durante todo el torneo, tratando de controlar el partido y aprovechando las ocasiones de las que disponía. Croacia empezó muy fuerte incomodando los dominios franceses, causando inestabilidad en la defensa y haciendo que los laterales se tuvieran que esforzar muchísimo para taponar las entradas de jugadores como Perisic. Cuando mejor estaba atacando el conjunto balcánico, llegó el gol de Francia cuando Griezmann botó una falta que acabó con gol en propia puerta de Mario Mandzukic. Unos minutos mas tarde, llegaría el gol de Perisic, un gol en el que los franceses no pudieron hacer nada tras una jugada ensayada de los croatas. Croacia seguía atacando la portería defendido por Hugo Lloris, pero en un corner sacado por Francia, el árbitro señaló penalti por mano de Ivan Perisic, acción revisada por el VAR y que acabó en polémica por la imposibilidad de quitar la mano por parte del jugador del Inter. Pero tras unos momentos de incertidumbre, el árbitro señaló penalti que acabaría siendo transformado por el MVP del partido, Antoine Griezmann.

Tras esa acción polémica, el partido se fue al descanso y ahí fue cuando el partido explotó a favor de Francia. Ya que los croatas no fueron capaces de aguantar el ritmo que llevaban lo galos y sentenciaron el partido con dos goles, uno de Pogba y otro de Mbappé. Aunque Croacia tendría una mínima opción cuando Lloris realizó una cantada mayúscula aprovechada por Mandzukic. A pesar de ello, Francia acabó llevándose la gran final.

A Croacia ya no le quedaba más combustible

Esa frase resumen el estado de la selección balcánica en el partido, ya que las energías le duraron hasta el principio de la segunda parte cuando el equipo dio un bajón físico y psicológico increíble. En la primera parte, los croatas estuvieron inconmensurables, poniendo en serios problemas a la defensa francesa con internadas bastantes peligrosas. Los jugadores balcánicos no se rindieron pese a encajar un gol en propia puerta, ni siquiera cuando encajaron el segundo de penalti, ya que salieron con la misma intensidad en el segundo tiempo.

Ya en el segundo tiempo, la batería iba bajando a niveles alarmantes. Cuando el seleccionador croata, Zlatko Dalic, realizó el primer cambio, era demasiado tarde con el marcador de 4-1 en contra de los croatas. Este cansancio del que se ha hablado tanto antes y después de la final viene de las tres prórrogas que han tenido que jugar los croatas, ya que no lo tuvieron nada fácil para llegar a la final y tuvieron que jugar hasta dos tandas de penaltis. Dalic tampoco realizó los tres cambios, algo que prueba su desconfianza hacia su banquillo.

Aunque pese al cansancio, algunos jugadores continuaron 'dando guerra' hasta el final, como es el caso de Modric, Rakitic o Perisic, que trataron de conseguir la remontada hasta el final.