Noche para espantar fantasmas. Muchas rachas negativas que romper, y el Racing lo consiguió gracias a la maldición del ex. Un gol de Jorge Pombo en un córner medido de Íñigo Vicente sirvió para desequilibrar la balanza en un partido donde el conjunto racinguista arrolló en ocasiones al rival. Imperial Cristian Álvarez con varias paradas de mérito. La expulsión de Giuliano Simeone al filo del descanso, determinante. 

Mejor crecer desde atrás

Con la consigna clara de no encajar -ya son cinco porterías a 0 de los últimos seis partidos- el Racing buscó mantener la línea ascendente de las últimas jornadas. Para ello, Guillermo Fernández Romo repitió su zaga de confianza con la única novedad de Dani Fernández en el lateral derecho, único disponible por lesión. El resto, once de gala salvo la entrada de Fausto Tienza por el sancionado Juergen que cumplía su -finalmente- único partido de sanción.

El encuentro arrancó con un Zaragoza dominador del esférico y la posesión. Como es habitual, el Racing cedió terreno y dominio para esperar agazapado a la contra. Al contrario que ante el Eibar, esto no se tradujo en goles en contra ni en ocasiones manifiestas, si bien es cierto que el Zaragoza rondó en exceso las inmediaciones del área defendida por Parera. Poco de los verdiblancos en la primera parte, que acusaron la baja de Juergen en la creación del juego, y apenas se asomaron con alguna conducción vertiginosa de Pombo y Mboula. Un par de disparos lejanos de Matheus y un remate cercano de Fausto a la salida de un córner -la más clara de la primera parte- pusieron a prueba a Cristian Álvarez, que empezaba a carburar.

Cuando todo transcurría con cierta tranquilidad previa al descanso, una entrada a destiempo de Simeone -que ya tenía amarilla- forzó la segunda cartulina del atacante maño. El Zaragoza se quedaba con 10 jugadores con toda la segunda parte por jugarse y el partido cambiaba por completo. Era el momento de apretar.

Volcada ofensiva

La superioridad numérica recientemente adquirida fue clave y los pupilos de GFR -así como el propio míster- la gestionaron a la perfección. Con acciones rápidas por banda -de Íñigo Vicente y sobre todo Mboula- aunque también con paciencia, lograron desarbolar el entramado defensivo en varias ocasiones de peligro. La entrada de Arturo Molina y Saúl García -su mejor partido- aumentó sensiblemente los argumentos ofensivos locales sin perder el equilibrio. Gran movimiento por parte de Romo. En concreto, un centro de Íñigo V. era cabeceado con potencia por Matheus, que C. Álvarez salvó de forma acrobática. Una extraordinaria volea del propio Matheus con la zurda desde fuera del área era salvada milagrosamente por el propio C. Álvarez estrellándose posteriormente en el poste -ya van nueve- cuando la grada ya cantaba gol. Finalmente, otro remate a bocajarro de Tienza era atajado de nuevo ante la incredulidad de la parroquia verdiblanca, que veía en el guardameta maño la reencarnación de Iker Casillas.

Cuando la impaciencia se empezaba a instalar en las gradas del Sardinero, un córner botado a la perfección por Íñigo Vicente fue cabeceado por Pombo al fondo de las mallas (1-0, min. 71). El atacante maño se hizo un hueco en el centro del área y no tuvo piedad con el equipo de su vida, ahorrándose la celebración por respeto a sus colores. El mediapunta no tuvo su mejor día, con alguna conducción de categoría pero más impreciso que de costumbre. Aún así, es lo que tienen los grandes jugadores. En cualquier momento desequilibran la balanza, y Jorge Pombo es un talismán ofensivo en este Racing.

Íñigo Vicente, uno de los jugadores más destacados, celebra el gol de la victoria. Imagen: RRC
Íñigo Vicente, uno de los jugadores más destacados, celebra el gol de la victoria. Imagen: RRC

Con el 1-0, el Racing supo contemporizar y defender con la pelota, minimizando los pocos argumentos ofensivos que el Zaragoza pudo ofrecer. Pese a los cambios, la inferioridad numérica y el mazazo del 1-0 pesó demasiado en el conjunto visitante, y tanto Rubén Alves como Pol Moreno se mostraron muy seguros atrás, impidiendo cualquier remate al arco de Miquel Parera. De hecho, el conjunto montañés tuvo varias ocasiones para el 2-0 en las botas de Matheus -incombustible-, Camus o Peque, que hizo verdaderas diabluras a la defensa en los pocos minutos que disputó. Muy prometedor.

¿Hasta dónde?

Y ahora, ¿Qué? Con esta nueva victoria se abre un nuevo horizonte para los intereses racinguistas. Por fin fuera del puntiagudo descenso, las urgencias son otras y la confianza de los jugadores en el grupo y en sus compañeros va en aumento. Sin negociar la intensidad, aún parece que el techo del equipo esté lejos, con varios jugadores acercándose a su mejor versión. Los famosos procesos. Desde aquí nos alegramos de que el míster y los jugadores se hayan ganado el margen para trabajar y prosperar con cierta calma. Confianza total y, ¿Quién sabe si serán también capaces de ganar en Huesca?