Tras las victorias de Dominic Thiem y Marco Cecchinato sobre Alexander Zverev y Novak Djokovic , respectivamente, hoy le toca el turno al gran favorito, Rafa Nadal, que cerrará la jornada de cuartos de final en la pista central Philippe Chatrier ante el argentino Diego Schwartzman, undécimo cabeza de serie del cuadro, en un duelo que promete ser intenso desde el principio hasta el final. No en vano y pese al enorme favoritismo del balear, Schwartzman se encuentra en un extraordinario momento de forma y la tierra batida es la mejor superficie para su juego de fondo. 

Nadal continúa imparable hacia la undécima

Un año más, el número uno del mundo no parece tener rival en la arcilla parisina. Tan sólo Simone Bolelli en la primera ronda y Maximilian Marterer en octavos de final, han sido capaces de poner contra las cuerdas en un set al manacorí, ambos en el tercero y en la muerte súbita. Las sensaciones que desprende el diez veces campeón de Roland Garros continúan siendo arrolladoras, especialmente al resto, donde marca la diferencia de manera extraordinaria acercándose al 50% de 'breaks' conseguidos. 

Dadas las características de su rival de hoy, se espera un encuentro duro e intenso y con ambos jugadores batallando desde la línea de fondo. En choques como el que se avecina a eso de las 17:00 horas de la tarde de hoy miércoles, el que sea capaz de mantener la solidez al servicio tendrá mucho ganado. Probablemente habrá muchas roturas de servicio, algo que no desagrada al número uno del mundo, que será exigido por el argentino pero que, a cambio, también tendrá opciones de romper casi en todos los juegos en los que reste. 

Se ha convertido en todo un desafío, no ya el hecho de ganar al de Manacor en su superficie predilecta, sino jugarle de tú a tú y robarle algún set. Son ya 37 parciales consecutivos los que se ha llevado Nadal desde que cayera ante Novak Djokovic en los cuartos de final de 2015 y, visto lo visto, no tiene intención de parar con la cuenta. 

El físico de Schwartzman, una de las claves

El bonaerense se encuentra en el mejor momento de su carrera. Acechando el top10 (actualmente se encuentra el doce del mundo) y con su segunda presencia en unos cuartos de final de un Grand Slam, tras la del pasado US Open, el 'Peque' no se detiene ante nada y quiere seguir progresando y rompiendo barreras en el circuito. Llega pletórico de moral tras obrar un nuevo milagro ante el sudafricano Kevin Anderson en la ronda anterior. Éste último dispuso de su servicio para ganar el encuentro, tanto en el tercero como en el cuarto parcial, pero el derroche de coraje y la fe inquebrantable del argentino le permitieron remontar un partido casi imposible. 

El inconveniente es cómo estará su estado físico tras la paliza de casi cuatro horas del pasado lunes. Schwartzman es consciente de que si quiere plantar batalla al mejor tenista de la historia en tierra batida tiene que encontrarse en plenitud física. Si no es así, el encuentro puede convertirse en un auténtico calvario ante un jugador que no suele tener piedad como es el número uno del mundo. 

5-0 para Nadal en el cara a cara

Los números son elocuentes. Cinco partidos entre ellos y cinco victorias para el español, que además sólo ha cedido un set ante el argentino, este año en los octavos de final del Open de Australia. En Melbourne, ambos protagonizaron una linda batalla que se resolvió a favor del balear por 6-3 6-7(4) 6-3 y 6-3 tras tres horas y 51 minutos. 

En arcilla, se vieron las caras el año pasado en Montecarlo con un doble 6-4 para Nadal en octavos. Misma ronda y casi mismo resultado en Madrid este año, con triunfo para el español por 6-3 y 6-4. Su primer enfrentamiento también fue en tierra batida, en la de Acapulco (México) (6-2 6-2) en 2013, cuando el torneo todavía se jugaba en dicha superficie. Además, también se midieron en pista dura en la segunda ronda del US Open 2015, con un 7-6(5) 6-3 y 7-5 favorable al español. 

Pero tras todos esos números y estadísticas están dos guerreros, dos gladiadores, especialistas en tierra batida y que, a buen seguro, harán vibrar a los espectadores con una batalla sin cuartel en busca de una plaza para las semifinales del segundo 'grande' del año.