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Anuario VAVEL 2016: MotoGP, todos a una

La temporada 2016 ha dejado una nueva MotoGP, más abierta e igualada. La huella han sido nueve ganadores en un total de 18 carreras. El mejor de todas ellas ha sido el tricampeón del mundo más joven de la historia, el piloto de los imposibles, haciéndose la buena nueva de Marc Márquez.

Anuario VAVEL 2016: MotoGP, todos a una
Fotomontaje: Martín Velarde
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Por Esperanza Murcia

Todos a una. Año 2016 y la MotoGP más plural. Así fue. Esta temporada ha sido la de la incertidumbre, la igualdad, las oportunidades y, sobre todo, la de los pilotos. Nueve ganadores en total, aire fresco para calentar a toda la parrilla. No fue casual, el cambio de reglamento dejó ver sus primeros brillos, destellos que compusieron un campeonato de carreras con voz propia.

Las hubo para todos los gustos, para todos los pilotos; fue para el motociclismo. Carreras pasadas por agua, de cambios a destiempo y algún que otro salto de la rana, y de caídas, muchísimas caídas, 288 en total, 81 en carrera. Y sin avisar, sentencia de los Michelín que han puesto todo, y a todos, patas arriba.

Y entre lección y lección, partiendo todos por igual, ganó el precoz. El que cambió el Mundial, el que más rápido aprende, de innato que es lo suyo, y el que, agrandando aún más su nombre, porque viniendo de él siempre se puede, se hizo campeón aún sin la mejor moto de parrilla. Porque 2016 fue también eso, el regreso de Márquez, el de los imposibles.

Qatar, un podio con significado

Si Lorenzo gana la carrera, Dovizioso le sigue segundo, rapidísima la Ducati en la recta qatarí, y Márquez cierra el podio tercero, quizás no hay nadie que se sorprenda. Pero si uno mira el trasfondo, no todo es tan cristalino. No lo es porque Márquez partía de una pretemporada catastrófica, entendiendo lo que es catástrofe para Honda y su pupilo: no sólo no ser los primeros, sino ir a tirones de las oficiales. Así que cuando cruzó tercero la línea de cuadros fue como agua de mayo.

Por ello, cuando partió a circuitos más favorables, ganó. Tenía que aprovechar sus cartas, e hizo suyas Argentina y Austin, quién otro podría ganar en suelo americano, claro. Fue un resultado importante este último, es cierto que el circuito de Termas fue el reencuentro con la victoria, pero el de las Américas fue un grito de autoridad donde, como pocas veces en este Mundial, apareció el auténtico Márquez. Ahí puede permitirse ser como es.

Foto: Box Repsol
Foto: Box Repsol

En un plano general, en Argentina sí que sorprendió el cero de Lorenzo. En una temporada normal son dos caídas, más o menos, las que puede “permitirse” un piloto, siendo pues de rigor gestionar el calendario lo máximo posible. No fue el único encuentro con el suelo, pues los de Ducati, enredándose entre sí, también le siguieron. Por su parte, Rossi y Pedrosa consiguieron subirse al podio, por primera vez en la temporada, dejando el primero un gran duelo con el ganador, Márquez.

Y si sorprendió el cero de Lorenzo en Argentina, no menos lo hizo el de Rossi en Austin. Ahí ya se conoció el peor rasgo de los nuevos neumáticos, que no conocen más aviso que el asfalto. Volvió a besarlo, otra vez, Dovizioso, viéndose arrastrado por Pedrosa que, dicho sea de paso, trajo la esencia de esto que llamamos motociclismo, mostrando la nobleza del motor con la consiguiente disculpa en pista y en boxes, pura camarería.

Rossi es leyenda

Cuarta carrera, Jerez. Un domingo de amarillo, de Valentino Rossi. Leyenda viva tiñó de su color todas las gradas del trazado, primera cita española. La carrera del domingo fue el regreso del Valentino rey, hacía tiempo que no se le veía tan feliz. No es para menos, pues no sólo ganó, sino que lo hizo desde la pole. Eso, en Valentino, son palabras mayores.

Y así fue. Hizo la pole, once años hacía de aquello en Jerez, fin de semana que acabó también con victoria, la de la última curva con Sete, y aquí repitió de nuevo.  Ganó en Jerez seis años después, por mucho que le buscaron sus grandes rivales: Lorenzo segundo, tras conseguir su podio número cien, y Márquez que, calladito, seguía abriendo brecha. En la otra cara de la moneda, la cruz de nuevo fue para Dovizioso, que marcó otro cero tras un problema mecánico.

Foto: Movistar Yamaha
Foto: Movistar Yamaha

Y de pole con victoria a otra en Le Mans, esta vez, y por fin, la de Lorenzo. Fue una carrera al estilo del mallorquín, con todo hecho de principio a fin, si bien aprovechó un error de Márquez que sucumbió al de Cervera a la décimo tercera posición. Así, Yamaha aprovechó para aventajarse en la clasificación, acompañando a Lorenzo Rossi. Con todo, ese día el protagonista fue otro: Maverick Viñales y su primer podio. Allí, en suelo de francés, donde consiguió, también, su primera victoria.

Fue la primera muestra de intenciones del de Roses, revolucionador de la Suzuki que, por mérito propio, agrandó aún más la temporada. En la contra, de nuevo, Dovizioso, esta vez por una caída de error que le hizo despedirse de los puntos.

De mala suerte, una carrera después, supo Rossi en su tierra, en Mugello. Una rotura de motor le obligó a retirarse el domingo, dejando a todos los tifossi con las ganas de ver en acción a la leyenda local. Para el gusto del aficionado, quedó la épica del duelo Márquez-Lorenzo: tras una carrera bailando juntos, en la última curva, en uno de esos finales que se recuerdan para siempre, el de Honda estaba por delante del mallorquín cuando, en la recta de meta y a escasas milésimas, Lorenzo superó al de Cervera. Ganador el de Yamaha pues en plena recta, antes pleitesía de la Honda.

Montmeló, el premio clave

Montmeló fue clave. Para muchas cosas. Pero no es justo empezar sin decir que fue un GP de luto. La crueldad del motociclismo se cobró una vida, de injusto que es a veces. El tiempo se paró y se rompió, junto con algo más, en la segunda sesión libre de Moto2 del gran premio de Cataluña. Luis Salom perdió el control de su moto en la frenada de la curva 12, en la zona del estadio, cayó al asfalto y, su propia moto, rebotó en las protecciones para impactar sobre él, acabando con su vida.

El motociclismo lloró su pérdida hasta quedarse mudo, para acabar renaciendo, por él, en lo que fue también el GP de la paz. Márquez y Rossi, al fin, hicieron las paces dándose la mano. Rossi, en una nube de alegría, olvidándosele del triunfo que las gradas guardaban el luto, celebró encima de su Yamaha lo que fue una victoria perfecta, imponiéndose a Márquez, con casi tres segundos de ventaja. Sacó provecho de una caída que envolvió a Lorenzo, llevado por delante por Iannone.  

Rossi también, pese a sus quejas iniciales, se vio beneficiado de esos cambios que se hicieron en el trazado tras el incidente, aunque en realidad, aunque ahí sólo lo supiera él, el ganador fue Márquez. Intentó de verdad forzar su máquina imperfecta, pillar a la M1 que iba finísima, hasta que se dio cuenta de lo arriesgado de su apuesta, la que le impidió pelear por el título un año atrás. Así que, todo voluntad, hizo de tripas corazón para dejar paso a un Marc conservador, conocedor de que eso le hacía líder del Mundial.

Siguiendo la montaña rusa del campeonato, una miscelánea de emociones, MotoGP aterrizó en Assen, la catedral. Bendita locura aquella, la lluvia puso todo del revés. Se desató todo tanto que, demostrándose que aquí cabe todo, Jack Miller bailó el agua para sumar un nuevo ganador al Mundial, consiguiendo así su primera victoria brindando la ventaja que le había brindado el reinicio de la carrera.

Márquez, por su parte, celebró el segundo como si de la victoria se tratase. Claro, salía con 24 puntos de ventaja, con Rossi sin terminar la carrera y Lorenzo quedando décimo. Subió, contentísimo, el de Honda al podio con Miller y Redding, dos pilotos que no podían hacer nada por acortar su camino hacia el título mundial.

El acierto de Márquez siguió también en el siguiente GP, el de Alemania. No sólo se benefició de sus dotes del dirt track, tan eficaces en pistas como la de Sachsenring, sino que fue el más listo de parrilla con una victoria de valientes: el trazado permanecía mojado, pero cuando empezó a secarse el piloto de Honda decidió arriesgar y cambiar de moto por otra con slick, adelantándose a todos sus rivales. Una victoria de equipo, una unión que les faltó a los pilotos Yamaha, firmando una carrera fatídica. Completando el podio estuvieron Crutchlow y Dovizioso.

Vida más allá de Honda y Yamaha

Ni Honda ni Yamaha, en Austria, que volvía al campeonato, reinó otra máquina, la de Ducati. Sus pilotos fueron los reyes del asfalto, consiguiendo Iannone la victoria para la casa italiana, algo que no ocurría desde 2010 con Casey Stoner, y terminando por detrás su compañero, Dovizioso, seguido de Lorenzo. Atrás, lógicamente, quedaron Rossi y Márquez, reconociendo éste último de las carencias de la Honda en este circuito.

Y en Brno, siguiendo con lo nuevo, otro ganador, ni más ni menos que Crutchlow, que se convirtió en el primer piloto británico en ganar un gran premio desde Barry Sheene en 1981. Le dio la victoria la opción de los neumáticos duros y su gestión bajo mojado, imponiéndose a Rossi y Márquez, pegado éste siempre al podio. A destacar Lorenzo, que seguía sin conseguir ser competitivo bajo la lluvia, quedando, de nuevo, fuera de los puntos.

Foto: Suzuki Racing
Foto: Suzuki Racing

Siguiendo la pluralidad en MotoGP, en Silverstone Viñales se coronó el séptimo ganador. La incertidumbre acechaba cada gran premio, haciendo la victoria aún más bonita.  Él la embelleció más, obteniéndola con una Suzuki nueva, aún en evolución, una máquina sólo capaz de exprimir un talento como es el de Viñales, que se hacía con su primera victoria en MotoGP. Atrás, comodísimo, rodaba Crutchlow en la segunda plaza.

La acción venía por la tercera posición, firmada por una nueva batalla entre Rossi y Márquez. Al final, un error de este último acabo con darle el podio al italiano, finalizando no obstante con una ventaja de 50 puntos liderando el campeonato.

Y de la alegría de Viñales se pasó, también, a la felicidad de Pedrosa, octavo ganador de la temporada en Misano. Era una victoria necesitada, de imposición, para demostrar que ahí, venciendo a la mala suerte y al destino, se encuentra aún Pedrosa, fortaleza pura y dura. Se impuso a Rossi, impotente en la segunda plaza, a Lorenzo, tercero, y a Márquez, que sabía que Aragón sería clave.

Márquez, un campeón insólito

A Márquez le gusta Motorland, mucho. Y los circuitos que le gustan acaba por terminarlos con victoria. Dicho y hecho. Era la rampa perfecta para el título, que tenía la primera oportunidad de alcanzar en Japón, aquello que era “imposible”.

Ilusos, se le olvidó a todo el mundo que él no los conoce. Como él nunca deja de creer, siendo el único que conoce su límite, hizo todo lo que tenía que hacer. Se bajó el casco y fue Márquez. Él iba a ganar allí donde no ganaba nunca, en Motegi, lo que hirió aún más a sus rivales. Para que Márquez se proclamase campeón tenía que darse la carambola: no sólo debía ganar, sino que Rossi tenía que acabar décimo quinto o peor, y Lorenzo terminar fuera del podio. Y sucedió.

Foto: Box Repsol
Foto: Box Repsol

A todos se le olvidó que esto es MotoGP en una de las temporadas más abiertas de su historia reciente. Y para hacer historia no hay otro que Márquez: tricampeón más joven de toda la leyenda de la categoría reina. Léanlo despacio y súmenle otros dos campeonatos del mundo, en las categorías inferiores, chocándole en un guiño los cinco. El niño que creció en el Mundial para ser campeón.

Sufrió, no obstante, como el que más. No en esa carrera, ahí disfruto de lo lindo hasta la vuelta final, la que dice que fue la peor de su vida, sino en todo el Mundial y, sobre todo, un año atrás. El Márquez atrevido y ambicioso tuvo que ponerse límites, renunciar incluso, a veces, a ser él. Todo por ser campeón.

Por ello, en las tres carreras siguientes, en Australia, Malasia y Valencia, se permitió el lujo de ser él mismo lo que le llevó, por primera vez en toda la temporada, a ensuciar su libreta con un cero. Pero no le importaba, quería soltarse, hacer con la Honda lo que se le antojase, probar los límites, aún rodando por los suelos.

Volvió a ganar Crutchlow, en Phillip Island, Dovizioso resurgió en Sepang como el noveno ganador, y Lorenzo se despidió a lo grande de Yamaha en Cheste, con la última victoria del año. No le valió para ser subcampeón, siéndolo nuevamente, porque él nunca se hace viejo, Valentino Rossi. Pero sí se quitó la espina.

Todo esto fue MotoGP. Nueve ganadores para para dieciocho carreras. Si uno revisa cada una, en realidad, le salen 22 campeones, porque todos los pilotos lo son. Pero uno de ellos fue el mejor. Ese del que nadie conoce límite ni final, él que, aún conociéndolo, no se permite vivir en el cielo, porque siempre lo pone un poco más alto. Marc Márquez, campeonísimo en un Mundial de ensueño. 

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